domingo, 8 de noviembre de 2009

Capítulo XLII: Hagas lo que hagas, ponte bragas. O mejor no.

Hace tiempo que me ronda este post por la cabeza, y si este blog tuviera miles y miles de lectores, me estaría frotando las manos, pues temas como éste probablemente generarían comentarios en los que se me invitaría a ir a comerme no se qué bollos o se me sugeriría que a mí, lo que me hace falta es un buen órgano reproductor masculino.

El caso es que leí recientemente "The beauty myth", de Naomi Wolf. Ésta Naomi, como la Klein, va de agitadora progre por la vida, y se le da la mar de bien. "The beauty myth" plantea cómo las imágenes de belleza femenina, esa belleza de piernas que empiezan en las axilas, bronceado perenne, melenas al viento y glándulas mamarias del tamaño de Luxemburgo se utilizan como armas políticas para mantener a las mujeres en una cárcel virtual que les impida ocuparse de menesteres más provechosos. Como dominar el mundo y convertir a los hombres en esclavos.

La belleza física, entonces, o, permitid que me corrija, una belleza física muy concreta, se convierte en una pantalla de humo. Porque una señora que sale de su casa con las piernas sin depilar no puede ser presidenta de nada, hombre. A dónde vamos a parar.

Un ejemplo sobre el tema que he visto en varias ocasiones y que ahora mismo fue tema de debate candente en el Reino Unido son los telediarios. En España, ¡cómo somos!, este debate ni se plantea. ¿Que cuál es el debate? Pues miren: ¿Cuántas mujeres de más de cincuenta años hay presentando un telediario en España, en cualquier cadena? Cero. ¿Cuántos hombres? El señor Gabilondo, el señor Prats, el señor Saenz de Buruaga... y todos aparecen flanqueados de núbiles y atractivísimas jovencitas que generan encuestas como ésta. En época de crisis, ¿el telediario es la versión casta y económica de la Mansión de Playboy?

La cuestión es que, en el campo de la literatura, ocurre algo parecido. Estoy hablando de literatura, digamos, a pie de calle, aquel listillo de la última fila que se tranquilice, que ya sé que Herta Müller ha ganado el Nobel de literatura (y aún así, en los Nobel de literatura, el ratio hombres:mujeres sigue siendo de risa). Parece que las únicas autoras, para bien o para mal, están presentes, son las que hablan de lo imbéciles que son los hombres y lo malos que son en la cama y nosotras las mujeres, pobrecitas, ¡qué mal que lo pasamos en este mundo! Que oiga, en muchos casos, ¡es verdad! Pero eso no significa que a nadie le apetezca leer compulsivamente a Lucía Etxebarría.

Lucía Etxebarría parece haberse convertido en el paradigma de aquello a lo que las mujeres que escriben pueden o deben aspirar. Ya no por la literatura en sí, sino por esa actitud de ovarios cabreados. Y esto resulta en una especie de cerca que encierra a las mujeres en un universo autoreferencial. Es decir, Michael Cunningham puede ganar un Pulitzer escribiendo sobre el mundo íntimo de las mujeres, ¿pero una mujer no puede escribir, algo, pongamos por ejemplo, a lo Tom Clancy?

J. K. Rowling, no sé si mucha gente recordará esto, publicó los primeros Harry Potters con ese nombre y no como "Joanne Kathleen Rowling" porque la editorial temía ahuyentar a los niños (niños con pene, quiero decir, no adultos pequeños), que pensarían "Puh, si lo ha escrito una señora, paso". ¡Y eso que Stephenie Meyer aún no se había puesto manos a la obra! ¿Hasta qué punto entendemos la literatura en clave de género, que lo que el autor tiene entre las piernas nos hace aplicar un código determinado al libro antes siquiera de quitarle la etiqueta del precio?

Yo no tengo respuesta para esto. El dilema me confunde, porque veo cosas, pero no sé lo que significan. Cosas como que todos los presentadores de programas de mañana en este país son mujeres. Ana Rosa Quintana, Susana Griso, Mariló Montero... se acompañan de efebos y caballeros, pero la programación de la mañana lleva bragas. ¡Qué empowered, cuánta emancipación! Y, sin embargo... todos los conductores de late o semi-late night show son señores. Aquí y al otro lado del charco. Buenafuente, Jay Leno, Wyoming, David Letterman, Risto Mejide... la aventura de Eva Hache fue una rareza efímera. Y alguna feminazi saltaría que, para poner pie en este ruedo de machos, tuvo que hacerlo a lo Diane Keaton. Pero yo no lo sé.

Me preocupa no saber desentrañar estas cuestiones de género, porque tengo la sensación de que se me escapa algo, algo esencial para comprender este mundo, a la par de aquello que el poder corrompe y por qué hay gente que se come a los gatitos.

Qué fastidio esto de no tener respuestas a preguntas que ni sé cómo formular.

2 comentarios:

Dani dijo...

Que sepas que te leo y que te felicito por tu cumpleaños.

Ricardo dijo...

Bueno, en cuanto a cuestiones de género, algún que otro video deja las cosas claras... :-)

http://www.youtube.com/watch?v=SZ6KYS7W7c8