viernes, 5 de diciembre de 2008

Capítulo XXIII: Pude prometer y prometí...

Pues sí. Prometí una entrada prostituida en toda regla sobre Stephenie Meyer y sus vampiros resplendecientes, y aquí la tienen. Ojo, pero, aunque soy muy consciente de que este tema es el que da de comer a este blog (es decir, que las entradas sobre "Crepúsculo" y asociados son las únicas que han generado comentarios por parte de gente a quien no he amenazado coaccionado amablemente para que venga a leer), no quiero perder la oportunidad de hacer un poco de importantísima y necesaria (y obligatoria a leer) crítica social.

Si a eso le añadimos que hoy se estrena la película en España, y que, por lo que he oído, supera fácilmente al libro, y se convirtió, en el fin de semana de su estreno en Estados Unidos, en la película dirigida por una mujer más taquillera de la historia (setenta millones de dólares en dos días, por delante de Daniel Craig y su cara de granito en "Quantum of Solace", y eso que estamos en crisis. ¡Viva Catherine Hardwicke!), pues el homenaje es doble. O triple, no sé. Ponedle una guinda, y un poco de nata.

Sí, todos sabemos que estos libros son malos, malos con ganas. Y quien no lo sepa, o tiene trece años o aún le queda mucho por leer. Lo que les hace malos es lo poco que costaría que fueran extraordinarios. Tenemos a dos personajes disfuncionales, la hija de un hogar fracasado que no sabe establecer relaciones normales con nadie (le hace de madre a su madre, de ama de llaves a su padre, y es una especie de asocial arrogante en el instituto) y un vampiro de ciento ocho años maníaco depresivo y virgen (a los ciento ocho años, repito). Señores y señoras, esto da para escribir las nuevas "Amistades Peligrosas (ahora también con colmillos)." ¡Pero no! La señora Meyer se conforma con abocarse a una mediocridad prosaica de trama tardía y casi inexistente (hecho documentado). ¿Lo peor? El mensaje. Estos libros se han vendido como "la mayor historia de amor jamás contada". Bueno, claro que es una gran historia de amor imposible. Todas las historias de amor entre criaturas de diferente orden biológico lo son (si ahora dejamos que se casen entre ellos, ¡luego no podremos impedir que la gente se case con su perro!), pero, recapacitemos un poco, ¿de qué amor estamos hablando?

Al cabo de dos o tres semanas de conocerle, aproximadamente (estadísticas minuciosas sobre "Crepúsculo", aquí), Bella Swan le está suplicando a Edward Cullen que la vampirice para pasar la eternidad a su lado. Sí, vale, todos sabemos lo que es el amor adolescente (y las hormonas), cuando estás completamente seguro de que va a durar para siempre jamás de l infinito y más allá, ¿quién le haría ascos a la idea del amor eterno? Pero, sin entrar en cuestiones de fobia al compromiso, ¿a nadie se le disparan las alarmas? "Sí, vale, qué bonito es enamorarse del tío bueno del curso, campos de flores, gatitos con lazos, tralará, ¿PERO DE VERDAD QUIERO QUE MIS HIJAS SE SUBLIMEN DE ESTA FORMA A UN HOMBRE Y QUIERAN DEJARLO TODO POR EL PRIMER AMOR? Pues parece que las Twimoms sí (sí, hay madres y mujeres que ya no son adolescentes que compran el mensaje de estos libros. ¡Corred, insensatos!).

Bella es un personaje sin sueños ni aspiraciones que no giren alrededor de Edward. Casi hay que amenazarla para que vaya a la universidad, no piensa en qué quiere ser cuando sea mayor, ni siquiera se preocupa en organizar su tiempo libre cuando no está con Edward porque CADA MINUTO QUE NO PASA CON ÉL ES UN MINUTO DESPERDICIADO, OMG, y tiene prisa por convertirse en vampiro porque NO QUIERE SER MAYOR QUE EDWARD, TODOS SABEMOS QUE PARECER MAYOR QUE TU NOVIO ES HORRORIBLE Y TERROROSO, Y PASAR DE LOS VEINTE ES ENTRAR EN LA DECREPITUD TOTAL, O SEA. Estaremos de acuerdo que es superinteresante, a nivel literario, que el modus vivendi MTV se infiltre en la literatura juvenil. Pero eso ya lo hizo Anthony Burgess, y si no queremos exponer a nuestros tiernos retoños a "La Naranja Mecánica", tampoco deberíamos someterles a esto.

Perdonad el abuso de mayúsculas, es que la cuestión, como véis, me solivianta. Ejem, me calmo. Soy zen, soy zen...



Dice Stephenie Meyer en sus propias palabras que, visto que todos los héroes románticos tienen defectos, ella quiso crear con Edward el galán perfecto. Si yo fuera el abogado de Stephenie Meyer, mi único argumento para defender este disparate sería que lo que mi clienta quería decir era "disfuncionalmente perfecto". A ver, es sobrenaturalmente guapo, y eso está muy bien, para qué negar que a todas nos gusta alegrarnos la vista. Pero, ¿es Edward Cullen una buena pareja? Según este artículo, no sólo no lo es, sino que encaja dentro del perfil de maltratador. Comentémoslo:

* Muy dependiente: ¿Hola? A los tres días de conocer a Bella, Edward se cuela en su cuarto para verla dormir. Eso, a demás de dependiente, es de acosador y muy, muy creepy. Suena bonito y romántico, PERO NO LO ES. Edward es dependiente hasta el punto de no tener una vida propia, ni dejar que Bella la tenga, porque ¿para qué quieren más cuando pueden estar juntos, mirándose a los ojos y discutiendo quién es más bello? Parece romántico, PERO NO LO ES.

* Confiado y altivo: Edward Cullen es un Adonis y lo sabe. Lo hace todo bien, y lo sabe. Es condescendiente y paternalista. Y no necesito decir más.

* Sentimientos contradictorios: Quiero amarte para toda la eternidad y también quiero chuparte la sangre hasta dejarte seca. Quiero que te quedes, pero también quiero que te marches. Todo esto parecen signos de un personaje profundo con un gran conflicto interior. No os dejéis engañar.

* Celoso: "NO, Bella, no puedes ir a ver a Jacob Black, porque está enamorado de ti, y tú un poquito de él también, no lo niegues, mujer de moral distraída, así que le arrancaré los cables a tu coche para que no puedas salir de casa, y si eso no funciona te secuestraré, pero tú creerás que lo hago para protegerte porque te quiero tanto y no quiero que te pase nada."

* Muchas carencias escondidas: Robert Pattinson, Edward en la película, lo define muy bien en uns declaraciones a la revista Empire, en lo que probablemente sea la visión más acertada de un personaje por parte del actor que lo interpreta que se ha visto en mucho tiempo. No le darán un oscar por este papel, pero tiene más razón que un bendito:
"When you read the book," says Pattinson, looking appropriately pallid and interesting even without makeup, "it's like, 'Edward Cullen was so beautiful I creamed myself.' I mean, every line is like that. He's the most ridiculous person who's so amazing at everything. I think a lot of actors tried to play that aspect. I just couldn't do that. And the more I read the script, the more I hated this guy, so that's how I played him, as a manic-depressive who hates himself. Plus, he's a 108-year-old virgin so he's obviously got some issues there."

Mujeres del mundo, amémonos a nosotras mismas, y admiremos el pecho marmóreo e incandescente de Edward Cullen desde donde debe ser admirado: desde el otro lado de la valla de seguridad de la cubierta del libro.

martes, 25 de noviembre de 2008

A buen entendedor, pocas palabras bastan

Hace unos días llegó a mis oídos la iniciativa lingüística más noble, archifantástica y maravillosa de la que he oído hablar en mucho tiempo.

Se trata de añadir al Diccionario de la Real Academia Española la palabra "kincón". Como el agudo ojo del lector deducirá, el vocablo procede del nombre propio "King Kong", propio del gorila del mismo nombre, se entiende, que secuestraba a señoritas ligeras de ropa desde Fay Wray hasta Naomi Watts porque el Ammor nos lleva a hacer cosas desesperadas, como subirse al Chrysler Building y espantar cazas.

Si esto no es Ammor, que baje Petrarca y lo vea!

"Kincón", según sus promotores, significa "prendado de un amor imposible". ¿Cuándo fue la última vez que una palabra de nuestra lengua capturó tanto significado en tan pocas letras y con tanta poesía cinematográfica?

Desde "La ejecución del autor ha sido cancelada", insistimos en la importancia y necesidad de sumarse a esta causa. Apostemos hordas de partidarios del kincón en la puerta de Ana María Matute. Infiltremos agentes en las sesiones plenarias de la RAE (¿existe tal cosa?), con pancartas y megáfonos. Tuneemos todas las ediciones del DRAE que encontremos, añadiendo la palabra "kincón" con tinta indeleble y buena letra.

Unidos, todos podremos decir, pronto, "Estoy kincón".

¡Colabora con la causa!

sábado, 25 de octubre de 2008

Capítulo XXII: Me confieso épatada

Cómo se notan las rémoras del verano. Éste es el problema de éste país. Dos meses paralizados, ¿y luego se espera que volvamos viento en popa y a toda vela a la productividad de antaño? Total, que no hay ningún motivo por el que no haya actualizado en tantas semanas, más que la pura pachorra. Podría ser un poco más narrativa, y decir que me rompí las dos manos, o que me quedé temporalmente ciega, o amnésica, o que el FBI me prohibió el acceso a internet. Pero no. El verano me dejó demasiado vaga para semejantes fabulaciones.

Iba a volver por la puerta grande, prostituyéndome con otra entrada sobre Stephenie Meyer, porque las entradas que he escrito sobre "Crepúsculo" y mi subsecuentes embolias y úlceras estomacales son las que me han valido más comentarios. Y prometo que habrá tal entrada, sobre todo, teniendo en cuenta que el cinco de diciembre se estrena la película en España OMG y todavía no tengo a nadie que me acompañe. ¿Quién se apunta?, yo pongo las palomitas. Pero hoy he recibido una inoculación contra la mediocridad, y os voy a hablar del doctor que me la ha administrado.

Edmond Baudoin es un señor con cara de caricatura. Los dientes salidos, los ojillos ratoneros. Es pequeñín y flacucho, lleva un peinado horroroso y diría que la última vez que se fijó en la ropa que llevaba puesta, Marlon Brando aún estaba flaco.

Edmond Baudoin es también uno de los autores de cómic francófonos más conocidos y respetados hoy en día. Ha venido a Barcelona dentro del marco del festival Kosmopolis, que este año lleva el lema de "La juerga fiesta de la literatura", como si de repente todos fuéramos a ligar más por llevar un cubata en una mano y "La metamorfosis" de Kafka en la otra (lo digo porque como es cortito, pesa poco y es más fácil de llevar. Si soys muy de ir al gimnasio, igual os atrevéis con todos los tomos de "En busca del tiempo perdido", allá vosotros). El tema de su conferencia era "Cómic, música y literatura". Moderaba Pepe Gálvez, y por allí también estaba Juanjo Sarto, a quien me encuentro por todas partes y creo que, de tanto verme sin saber quién soy, le debo parecer una especie de niña fantasma de los cómics la mar de inquietante.

Total, que Baudoin es un señor un poco payaso. Se lo ha pasado pipa haciendo caras y moviendo las manos y siendo una especie de Marcel Marceau cruzado con Roberto Benigni, aunque hablando, y en francés. Él no ha venido a hablar de su libro, lo ha dicho al principio, y, de hecho, a "Piero" le ha dedicado no más que cinco o diez minutos, y lo mismo con "Le voyage" (aunque se ha marcado un par de bromas a propósito de los japoneses, que son quienes le encargaron el libro. Qué mala leche tienen estos franceses, hay que ver).

Lo que venía a decirnos es que el dibujo, cualquier proceso creativo por extensión, es una cuestión de Presencia, Tensión y Oposición. La oposición es uno de los motivos por los que prefiere el blanco y el negro en sus dibujos. No por cuestión de tópicos y el yin y el yang y qué sé yo, sino por motivos de pura física. El blanco refleja toda la luz, y el negro la absorbe. ¿Cómo se te queda el cuerpo, Fernandito?

¿Dónde entra la música en todo esto? El señor Baudoin explica que la línea, el trazo, tiene un ritmo, un sonido. Ha procedido a dibujar (con tinta china y pinceles de diversos grosores, más auténtico no se puede) una cara en el atril que tenía montado. Y ENTONCES NOS HA CANTADO EL DIBUJO.

Digamos... digamos que era éste dibujo:

Lo que ha pasado más o menos ha sido lo siguiente. El señor Baudoin ha cogido aire y ha dicho: "Brooooom, ¡fiu! ¡fiu!, plin, plin, plin, plin, plin, plin. ¡Splosh! Zuuuut", y así hasta cantar todo el dibujo que, para suerte suya, era bastante más sencillo que el que os he puesto yo. Era como para empezar a sacarle planchas de Milton Caniff o Hugo Pratt para que las cantara también. La línea modulada nunca me había parecido tan llena de posibilidades.

Luego ha dibujado otra cara, pero no le ha puesto pelo. Y entonces ha dicho: "Ahora le pondré pelo". Os juro que si llega a decir "Ahora empezará a llover dentro de esta habitación", yo le hubiera creído. Ha cogido un pincel mucho más gordo que el que había utilizado para dibujar la cara, y ha dicho: "Esto no es pelo, ¡es música!", y le ha puesto pelo a la cara. De verdad, ¿cómo se te queda el cuerpo, Fernandito? Y también ha dicho: "Esto es oposición. Y la vida sale de la oposición". Y: "La presencia significa cambiar de música."

Y luego también ha dicho que el primer plano es el lugar de las emociones (que es una cosa que a mí me enseñaron en la universidad), y que hoy en día, la televisión, internet y los teléfonos móviles son terreno de la emoción, y John Ford estaría bastante furiosito si viviera hoy en día.

Y luego también ha dicho que mirar al horizonte viene a ser como mirarse la nuca a uno mismo, por aquello de que la Tierra es redonda. ¿Aún estás ahí, Fernandito?

Total, que mañana va a hacer una performance con Carol Vanni. Y, por Tutatis, que allí estaré. Necesito otra dosis de magia.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Capítulo XXI: Señora, ¿su detergente lava blanco?



Permítanme, señoras y señores, que alegre su rentrée con un poco de publicidad. No será nada, sólo unos instantes de alegres promociones que les distraerán agradablemente de los fascículos "Construye tus propios submarinos de las Guerras Boer" y la colección de muñecas Peponas de polivinilo.

Se trata, como viene siendo la tónica en este remanso sopero de letras, de algo para leer. Algo distraído y ameno para rellenar la pausa del café, o para airear la mente después de cuadrar el balance de cuentas. Sí, queridos lectores, que no se enteren sus jefes, pero desde "La ejecución del autor ha sido cancelada" les invitamos a utilizar el ordenador en su puesto laboral para menesteres no relacionados con el trabajo. "La ejecución del autor ha sido cancelada" tiene la culpa de la crisis económica. "La ejecución del autor ha sido cancelada" es un blog sedicioso y maledicente. Que se enteren los rotativos y los programas de mañana de las televisiones privadas. Que vengan las unidades móviles y los helicópteros. Que vengan Iñaki Gabilondo y Matías Prats. Que venga Belén Esteban.

Vayamos al grano. Hoy llamo a su puerta para venderles "Los Brocados del alma" (TM), un delicioso y encantador folletín de la pluma de una servidora de ustedes que ha encandilado al mundo y tiene un dedicado club de fans de aproximadamente seis lectores. Sin embargo, en este caso, qué importa la cantidad cuando estos amorosos lectores hacen fanarts de mi obra, la disfrutan como si fuera suya y encima vienen a contármelo. Eso, señores, es bastante maravilloso.

"Los Brocados del Alma" (TM) nació como una forma de rellenar una sección regular en una revista digital sin que costara mucho esfuerzo y que pudiera hacerse rápidamente. Probablemente no sea la mejor forma de empezar una gran obra de la literatura mundial, pero oigan, a mí qué me cuentan, yo sólo quería escribir un rato. Pensé que el folletín era el género ideal, porque me permitiría ser frivolona y utilizar un lenguaje rimbombante con toda soltura. En el primer capítulo aparecen un porrón de sinónimos de la palabra "noble", la mayoría proporcionados por el siempre diligente Sr. D. de Sinónimos de Word, y me quedé tan ancha, mire usted.

Así apareció en escena la condesa Olivia vom Metzger, su marido, su doncella y su hija secreta, amén de otros muchos personajes a los que mi nutrida base de lectores han aprendido a amar y odiar. Esencialmente, es una historia cursi, contada de una forma cursi. Pero para gustos, colores, y sé de buena tinta que hay gente que la disfruta. Y si no les gusta, se aguantan, hombre, que es gratis, y de todo se aprende.

Con mi mejor sonrisa de teletienda, les anuncio además que ahora es un momento inmejorable para engancharse a "Los Brocados del alma" (TM). Ya hay once capítulos publicados, con lo cual tiene uno diversión para rato. El capítulo duodécimo aparecerá en breve. Y se aproxima una espectacular concatenación de acontecimientos con episodios tan apasionantes como una caída por un precipicio, una boda desmadrada, y un marinero pelirrojo. Ahí es nada.

Les enlazo directamente al Capítulo I, por si resulta que tienen un rato tonto. Gracias por su atención, y no dejen de regalarnos con su presencia.



lunes, 8 de septiembre de 2008

Capítulo XX: Horario de verano

La crisis se deja notar en todas partes, menos en mi biblioteca. Han de saber, queridos lectores, que soy incapaz de decirle que no a un libro.

Un bolso puede esperar. Me lo pensaré dos veces con el Par de Zapatos Más Maravilloso del Universo. Ese vestido tan mono ya lo compraré otro día.

Pero, ¿un libro? Los libros me hablan, damas y caballeros. Los libros me miran con ojitos llorosos y susurran con adorables vocecitas de pito "¿Por qué no me llevas a casa contigo? ¿Es que no me quieres?". ¿Y qué va a hacer un alma cándida como una servidora ante estas criaturas desoladas? ¡Me quieren! ¡Quieren que me los lleve a casa! ¡Dónde está mi monedero!

En exclusiva mundial, señoras y señores, Enigmática M vuelve a la carga confesando la vergonzante lista de cantos de sirena que me han hecho flaquear este verano ("verano", se darán cuenta, es la palabra operativa de esta lista):

~"Freakonomics" (Steven D. Levitt y Stephen J. Dubner). Comprado en una librería de South Kensington, para poder hacerme la interesante en una cafetería. Es un libro entretenido, pero pensaba que aprendería más.

~"The man who mistook his wife for a hat" (Oliver Sacks). Comprada en un Waterstones cerca de la National Gallery. Cuenta como lectura universitaria, aunque ya haya terminado la carrera, y sólo se mencionara de pasada en un par de asignaturas, ¡já!

~"The suitcase kid & The Lottie Project" (Jacqueline Wilson). Ídem. ¿Hay algo mejor que un libro de Jacqueline Wilson? ¡Sí! ¡DOS libros de Jacqueline Wilson en uno!

~"Girls in tears" (Jacqueline Wilson). Comprado en un Waterstones cerca de Green Forest. Porque nunca puedo negarme a Jacqueline Wilson. Y ya me había leído los otros dos.

~"The last hero" (Terry Pratchett). Comprado en el aeropuerto de Heathrow. Porque nunca se pueden tener suficientes libros de Terry Pratchett, oh, sí.

~"Kiss" (Jacqueline Wilson). Ídem. Porque los libros de Jacqueline Wilson son para mí lo que Bella adoraklutz Swan es a Edward sparklepire Cullen. Para los no iniciados: como la heroína.

~"Breaking Dawn" (Stephenie Meyer). Comprado en la Fnac l'Illa. Sí, CLARO que tenía que comprarlo.

~"A cien millas de Manhattan" (Guillermo Fesser). Ídem. Me gusta Fesser, me gusta Manhattan, me gusta el número cien... ¿para qué decir más?

~"Botchan" (Natsume Sôseki). Íbidem. Leí recomendaciones de este libro por todas partes, y está bien, pero... pensaba que me gustaría más. Lo bueno es que es cortito.

~"The fifth Elephant" (Terry Pratchett). Comprado en el Hugendubel de Ulm (Alemania). A "The last hero" me remito.

~"Die Stadt der Träumenden Bücher" (Walter Moers). Ídem. Ya lo había leído, pero estaba en edición bolsillo, y fue muy convincente al lloriquear para que me lo llevara.

~"Love Lessons" (Jacqueline Wilson). Comprado en "The Lion Bookshop", en Roma. ¡Estaba a punto de acabar los dos libros que había traído conmigo! ¡Era absolutamente imprescindible comprarlo!

~"Nightwatch" (Terry Pratchett). Ídem. ¡La portada está basada en "La Ronda Nocturna" de Rembrandt! ¡Seguro que es un libro muy educativo!

~"Cahiers de Cinéma", edición Francesa julio/agosto. Comprada en un quiosco en el Campo di Fiori de Roma. Cuenta como libro porque me costó 6,80€, y sale Louis Garrel en la portada.


Y uno siempre, SIEMPRE aprovecha la
oportunidad de poner fotos de Louis Garrel.


¿Ya tiene todo el mundo la mochila nueva, y el estuche nuevo, y los cuadernos nuevos? ¿Sí? ¿Y os habéis forrado la carpeta con fotos de la Súper Pop? Muy bien, niños, sentaos en vuestros pupitres, llenos de garabatos que hicieron los vándalos que estaban en esta clase el año pasado y preparaos para el comienzo de un nuevo curso. Vamos a pasarlo bien.

domingo, 10 de agosto de 2008

Capítulo XIX: Cuando los mitos se vienen abajo

Como la mayoría de niños españoles, yo también sufrí el síndrome “mis-padres-no-tienen-vacaciones-hasta-el-quince-de-agosto” y, una vez acabadas las colonias y los casals d’estiu de julio, me aparcaban como buenamente podían en casa de mis abuelos, o de alguna tía que tenía vacaciones del quince de julio al quince de septiembre.

Este hecho le provocaba a mi madre, creo, enormes remordimientos de conciencia, y compraba mi aquiescencia trayéndome libros nuevos cuando venía a verme los fines de semana. La cual cosa era todo un acontecimiento. Durante mi infancia, llegamos a un punto en que mis padres se negaban a comprarme libros como los otros padres negaban juegos de la Nintendo 64 a sus hijos. Enough is enough, decían[1].

Así fue como leí títulos de tanto copete y renombre internacional como “Dios vuelve en una Harley” (Joan Brady; básicamente, es la historia de Bridget Jones metida en un libro de autoayuda y convirtiendo a Dios en un ángel de la guarda sepsi) o “El hombre que susurraba a los caballos” (Nicholas Evans; básicamente, es un libro que se toma muy en serio a sí mismo; me gustaría ver la cara del autor si supiera que, un par de años más tarde, ese libro empezaría a circular por mi colegio, y no por su calidad literaria precisamente, sino por las muy explícitas escenas sexuales, que revolucionaron a todo un curso de treceañeras).

Yo hacía con esos libros lo que hacía con la gran parte de los que caían en mis manos: los amaba deprisa y los abandonaba, bien en la pila de posibles relecturas (ahí caían la mayoría; después de todo, no soy una lectora desaprensiva), o los dejaba en la estantería de mis padres si estaba segura de que nuestra relación había terminado para siempre.

Y entonces, mi madre llegó con un tomo de color sepia con unas vistosas letras doradas y con relieve en el título. “Los anillos de Afrodita”, se titulaba. De una tal Amanda Quick. Sin fijarme mucho, lo abrí. Yo no lo sabía, pero estaba a punto de enfrentarme a

¡MI PRIMERA NOVELA ROMÁNTICA!

Para quienes no anden muy versados en este género, hay una distinción básica en este tipo de géneros. Esa distinción es la candidez (or lack thereof) de las relaciones sexuales. Barbara Cartland y Corín Tellado apenas si llegaban más allá de un beso. Pero más allá de ellas, se abrió la veda para un número ingente de autoras que se lanzaron con alegría al abismo de los corsés aflojados, las faldas hechas jirones, calentones en el bosque y un uso del todo abusivo de la palabra “deseo”.

“Los anillos de Afrodita” pertenecía, evidentemente, a esta segunda categoría.

Se habrán dado cuenta ya, sagaces lectores, de que mi madre no se molestaba en leer los libros que me compraba.

A grandes rasgos, la historia versa sobre las aventuras de una escritora de novela gótica llamada Beatrice Poole (que escribe bajo pseudónimo porque se ve que, en la Inglaterra victoriana estaba muy mal visto que las mujeres escribieran historias de miedo y sería un drama tremendo si se descubriera su nombre real) que acude al conde Leonard Monkrest, convenientemente muy atractivo y experto en leyendas, porque se ve que un tío suyo pudo o no poseer unos misteriosos anillos que abren una estatua valiosísima de la diosa Afrodita, pero no puede preguntárselo al tío porque éste murió. En un prostíbulo. Os juro que se oyen las risitas de la autora en momentos como éste.

Total, que pasan muchas aventuras y sufren varios intentos de asesinato y una prostituta les ayuda (ji, ji, ji, ji), y tras muchas páginas de “Le deseo, ¿me desea?” lo acaban haciendo en el cuarto de la prostituta (jua, jua, jua, jua) y cuando acaban, el cuarto “huele a pasión consumida”. Al final encuentran la estatua, que contiene una moraleja muy edificante, y Beatrice Poole y Leo Monkrest tienen relaciones sexuales en unas cuántas ocasiones más, y la dueña del prostíbulo (llamado, por cierto, “La casa de los placeres disciplinarios”, giggle-de-dee) resulta ser quien andaba detrás de todo, pero resulta no ser tan mala. Pero se muere. Y los protagonistas se casan. Y tienen un beibi. Y ya no se habla más de sexo. Y se acaba la novela.

Durante muchos años, releía este libro con alegría, convencida de que, para ser una novela romántica, “no estaba tan mal”. Me gusta el género romántico, es sexo seguro 100% y con el añadido sentimental, ideal para los días “nadie me va a querer en la vida”, y regresaba a “Los anillos de Afrodita” una y otra vez como quien va a ver a un viejo amigo. Con derecho a roce, supongo. Además, tenía hecho incluso el cásting para la película. Después de asumir que soy demasiado fea para interpretar a Beatrice Poole, tuve que poner a actores de verdad. Le sigh.

La historia tiene un final triste. Hará cosa de un año, volví a leer “Los anillos de Afrodita”, después de mucho, mucho tiempo de abandono.

La magia había desaparecido.

Será eso a lo que llaman “hacerse mayor”.

Pues qué asco.

P.D.: Ardo en deseos de hacerme con un ejemplar de “Breaking Dawn”, la cuarta y última entrega de la saga de Stephenie Meyer con sus vampiros diamantinos y su Mary-Suesca protagonista. Lo poco que he leído en blogs de aquí y allí me hace cacarear de alegría. Me froto las manos de anticipación. Si en los próximos días, oís risotadas maníacas y frenéticos pasar de páginas, no temáis. No es la bibliotecaria psicópata que viene a buscaros. Sólo seré yo subrayando pasajes de “hawt vampire seks”. ¡Jiá, jiá, jiá!



[1] Bueno, no decían exactamente eso, porque mis padres, mucho inglés, no saben. Pero algo a tal efecto.

martes, 29 de julio de 2008

Capítulo XVIII: Are you listening, Mr. Bloom?

Ver "The Dark Knight" este fin de semana me ha hecho dar cuenta de dos cosas:

1 - Que Heath Ledger se haya muerto es una putada gorda.

2 - Todo Hollywood ha leído a Lemony Snicket.

Sobre el punto dos, devuelvan ustedes sus enarcadas cejas a su posición habitual, porque tengo razón. Lo supe cuando vi Kill Bill, y lo supe el sábado por la noche.

¿Kill Bill? Sí, damas y caballeros. Quentin Tarantino ha leído, por lo menos, el segundo volúmen de "Una serie de catastróficas desdichas", "The Reptile Room". Veámoslo:

* El grupo de asesinos a los que perteneció Uma Thurman se llama Deadly Viper Assassination Squad (DiVAS). En el susodicho libro, aparece una serpiente llamada the Incredibly Deadly Viper. ¿Casualidad? Yo creo que no.

* Hablando de serpientes. Las asesinas de Tarantino tienen todas nombres en clave de serpientes. Uma Thurman es "the Black Mamba" (y en "The Reptile Room", señores, se nos presenta una serpiente llamada "Mamba du Mal"), y un largo etcétera. ¿Hola? ¿Suenan campanas de alarma en otras cabezas además de la mía?

Éstas son sólo algunas de las muestras más evidentes. Por otro lado, aunque algo más difícil de señalar, el tono de opereta de hibridación posmoderna que es "Kill Bill" bebe del potaje de folletín que es "A Series of Unfortunate Events". Seriously. O las dos obras surgen del panorama contemporáneo. Claro, eso es más fácil decirlo, porque a la literatura infantil nadie la toma en serio. Msí. Vale.

Pero volvamos a "The Dark Knight". Me parece bastante obvio que Heath Ledger (q. e. p. d.) se fijó, y mucho, en el Conde Olaf para construir a su Joker (también es evidente que se fijó en el Jack Sparrow de Johnny Depp, pero eso es otra historia). El Conde Olaf, para quien no lo sepa, es el malvado villano de "Una serie de Catastróficas Desdichas", que es lo mismo que "A Series of Unfortunate Events", pero en castellano. Para que quede claro.

¿Te hago un truco?

Ambos personajes son trombas de maldad, con medios delirantes e improvisados para hacerse con objetivos concretos a largo plazo (uno quiere caotizar el mundo; el otro, hacerse con una inmensa fortuna), que nunca tratan de excusar su comportamiento ni sufren evolución alguna en su arco dramático. ¿De verdad? No, no del todo. En el decimotercer y último libro de la saga, el Conde Olaf adquiere relieve, pero claro, si el Joker apareciera en trece películas seguidas, ya veríamos lo pronto que se le acababa el cuento este de ser un personaje plano. Luego hay aquella pequeña alusión a unos dardos envenenados en uno de los libros anteriores, pero no me entretendré mucho con eso, porque si no, no me cuela la reflexión. Así que, ¡tengo una estupenda idea! ¡Cambiemos de tema!

¿No es Brett Helquist abracadabrante?

Lo único que se interpone en la aceptación universal de esta teoría es que cada personaje, mejor dicho, cada autor, aborda la maldad y la falta de evolución desde un punto de vista distinto. El Conde Olaf (que se toma muy en serio a sí mismo, aunque sus lectores sean incapaces de hacerlo) parte de la caricatura y el esperpento para construir un histrión, mientras que el Joker (que a pesar de vivir como si él mismo fuera una broma, consigue que todo el mundo enmudezca cuando abre la boca), a partir del histrión absoluto, el payaso, elabora un cuadro trágico.

Así que resulta que, en el fondo, todo depende de la perspectiva. Qué fuerte, ¿no?

viernes, 18 de julio de 2008

Ya que estamos en el baile, bailemos

Hoy tengo ganas de decir cosas sobre el cine. Dos, para ser exactas:

1 - Ahora mismo, nada me haría más ilusión que una adaptación cinematográfica de "Una lectora nada común" (Alan Bennett). ¿Alguien tiene el teléfono de Helen Mirren?


2 - No entiendo qué pintan Hilary "dos-veces-oscarizada" Swank y Gerard "THIS IS SPARTAAAA!!" Butler en "Postdata: Te quiero". ¿Se tratará de un brillante ejercicio de autoparodia? ¿El horrible acento irlandés del personaje de Gerard Butler, es un recurso humorístico? ¿El tráiler es engañoso y se trata, en realidad, de una comedia?


Filacterias:

del alemán, "Schadenfreude": La mayoría de diccionarios lo traducen por "alegría maliciosa". Significa, literalmente, "alegría de males", es decir, ponerse contento ante las desgracias ajenas. Lo contrario de "Weltschmerz", vamos.

¡Vivan las lenguas aglutinantes!

lunes, 14 de julio de 2008

Amor de papel (tres): Será que me van los huelebraguetas

Hoy estoy de mal humor. He dormido mal, mis piernas hacen llorar al niño Jesús, la soltería no me ha convertido en la diosa del sexo colgada del brazo de múltiples Adonis con una American Express reluciente de tanto utilizarla que me prometía la chick-lit (Sophie Kinsella, Marian Keyes, Helen Fielding, sois malas), y se me están pelando las rabadillas y parezco un accidente nuclear.

Así que, para subirme la moral, me dedicaré a la sana ocupación de fantasear. No será un Adonis, y la American Express la habrá visto sólo en esas réplicas de cartulina que vienen dentro de los billeteros, pero uno de mis primeros amores literarios fue Flanagan, el detective adolescente del extrarradio de Barcelona. Leí la primera novela, "No demanis llobarro fora de temporada" ("No pidas sardinas fuera de temporada") cuando tenía unos once años, y fue un flechazo instantáneo. Supe que si Joan Anguera, alias Johnny Flanagan, existiera de verdad, yo le buscaría y me casaría con él o, al menos, me convertiría en su femme fatale particular durante una buena temporada. Desdeñé (y todavía desdeño, ¿qué pasa?) a todas las novias que le salieron en la serie, convencida de que todas ellas eran aprendices de Lauren Bacall comparadas conmigo. Creo que éste será uno de esos flechazos que duran toda la vida.

Lo maravilloso de estas novelas es cómo los autores, Andreu Martín i Jaume Ribera, se valen de las convenciones del género negro (especialmente Andreu Martín, que debe de ser uno de los mejores escritores vivos de polard en lengua española) y las adaptan a la realidad rumbera, a veces absurda, y siempre peligrosa de la adolescencia. Con algunos momentos estelares que, no sé a vosotros, pero a mí me dieron mucha risa, porque a estos autores, ¡qué fantásticos ellos!, resulta que también se les da estupendamente esto de la comedia. Flanagan es un personaje muy querible, porque, aunque muchas veces logra emular con dignidad a sus referentes Sam Spade y Phillip Marlowe, por poner algun ejemplo, otras se ve superado por los acontecimientos, y llora y se pela las rodillas y las chicas le acaban dejando y a menudo los malos se le escapan porque la vida es una mierda.

Si habéis visto "Brick" (Rian Johnson, 2005), y también habéis leído la serie de Flanagan, creo que estaremos de acuerdo en que, salvando las distancias, Brendan Frye sería un avatar bastante acertado de Joan Anguera, aunque con menos sentido del humor (supongo que si a Flanagan le levantaran y se le cargaran a la novia, tampoco estaría para muchos chistes). Al menos, los dos son tipos, más que duros, algo encallecidos, a quienes les duelen los puñetazos y no son nada inmunes al despeine.

Lo que me aterra es que sé de buena tinta que hay en marcha un proyecto para adaptar a telefilm "Només Flanagan", una de las últimas entregas de la saga. Tiemblo.

martes, 8 de julio de 2008

Los valientes y el buen vino pronto se acaban, amigo

Tengo tantas ganas de ver esta película que me pica todo.





Filacterias

del alemán, Weltschmerz
En su primera definición, el Weltschmerz era una noción de pesimismo existencial que gustaba mucho a los autores románticos.
Hoy, la palabra se utiliza para describir el dolor psicológico que se siente al sensibilizarse con las desgracias del mundo.

Por si necesitábamos más motivos por creer en la poesía de la lengua germánica. ¿En qué otro idioma puede decirse "¡Me duele el mundo!" en una sola palabra?

jueves, 3 de julio de 2008

Capítulo XVII: Shakespeare! Anybody? No? Shakespeare!! Anybody? No?*

Hace unos días, mi buen amigo Bayarri, coautor de ese brillante debut en el noveno arte llamado "Zombiosis" (¡a la venta en las mejores librerías!)** me sugería hacer un post sobre William Shakespeare. El bardo inmortal. El inventor de lo humano. Uno de los autores más grandes de la literatura occidental.

Sí, claro, aquí vengo yo a decir algo sobre Chespir. Menuda bicoca. Lo mejor sería dejarlo con un

"SHAKESPEARE ES GRANDE. LEAN A SHAKESPEARE Y SERÁN FELICES E ILUSTRADOS"

y marcharme a hablar de, no sé, Barbara Cartland, o algo más asequible a mis cortas entendederas.

La cosa es que sólo los literatos hardcore (sí, Harold Bloom, te estoy mirando a ti), se atreven con
Shakespeare, y el mundo en general se queda con la impresión que es un autor complicado, sólo disfrutable por las mentes privilegiadas, y un tormento para los estudiantes de secundaria.

Corríjanme si me equivoco, pero Shakespeare, ¿no fue una persona con una inteligencia verbal sin parangón que escribía para las masas, es decir, para personas bastante más tontas que él? Siendo así, ¿no es lo más lógico pensar que una persona así sabría muy bien cómo ganarse a su público?

Leer a Shakespeare hoy cuesta, principalmente, porque hemos perdido la costumbre de hablar como un curtidor londinense del siglo diecisiete, mira, cosas que pasan, pero si uno se procura una edición con unas buenas anotaciones que nos expliquen que hace un par de siglos, el inglés tenía formas verbales para cada persona, y se decían bastantes más guarradas metafóricas que ahora, el lector medio podrá disfrutar de unos sonetos y unas obras de teatro extraordinariamente asequibles y poderosos. ¿Que sigue sin pareceros lo más maravilloso desde el pan de molde? Por supuesto. Recuerden, amigos, que el teatro de Shakespeare se escribió para ser visto y oído, no leído. Así que la culpa de que la gente no pueda disfrutar de Shakespeare en su justa medida se debe, básicamente a dos colectivos nefastos: los productores teatrales y los profesores de literatura.

Hace algunos años leí una novela muy interesante de Anthony Horowitz titulada "El asesinato de Shakespeare" ("William S.", 1999). Horowitz es un autor bastante decente, y ésta es una de sus novelas más logradas. Plantea qué ocurriría si Shakespeare hubiera nacido en el siglo XX. Evidentemente, se hubiera convertido en un famoso guionista de Hollywood, y hubiera vendido sus principios por una mansión en Sunset Strip. Divorciado de Anne, que lucha por pagar la hipoteca de su casa histórica de Stratford-upon-Avon, con hijos llamados Dashiell y Hammett, y pegándose la gran vidorra de depravación hasta que alguien va y le clava un objecto punzante en el ojo. Narrada por su mejor amigo de la infancia, ahora un perdedor que no tiene nada mejor que hacer que ir a enfrentarse con sus fantasmas a Los Ángeles, la historia empieza tal que así:

" La noche en que murió William, salí y me emborraché. Lo había visto en la televisión, la última noticia del telediario de las nueve. El Partido Conservador se estaba hundiendo, la larga sequía terminaba por fín, se habían desenterrado dinosaurios en China, y William Shakespeare había muerto."



* Si alguien capta esta referencia tendrá una enorme tarta virtual. De dos pisos. O sólo la mitad, para que pueda comer el doble.

** Bayarri, Llassans, ¿cuándo dijisteis que podía pasar a recoger el cheque?

miércoles, 18 de junio de 2008

Capítulo XVI: Las mallas, ya las tengo

La gente ve una competición de gimnasia rítmica por televisión y lo único que piensa es "Pobres niñas, todas anoréxicas y no les dan de comer, qué difícil tiene que ser hacer un triple salto mortal y aterrizar sobre una pierna mientras haces girar seis aros...".

La gente ve a Ferran Adriá y piensa "Vaya mariconada, a ver si vamos a tener que estar comprando sopletes de hidrógeno para hacer espuma de escupitajo para épatar a nuestras familias...".

La gente ve las actuaciones de Ray Charles y piensa "Qué tío, cómo toca el piano de bien, y ciego y todo, qué barbaridad...".

En cambio, la gente acaba de leer un libro, un libro cualquiera, y lo que piensa es "Pero qué fácil es esto de escribir, cualquiera puede hacerlo".

En momentos como éste, quisiera que dios me prestara ese sistema tan bonito de megafonía que tiene para hacer que su voz se oiga por todo el mundo o sólo en la cabeza de una persona, si es necesario, para decir, así con una voz solemne y profunda: "¡NO! ¡NO ES FÁCIL, PEDAZO DE BERZOTAS!".

Pero como el único micrófono que he tenido en las manos en los últimos diez años era uno de esos juguetes de Sony para deformar la voz, me tengo que conformar con gritarlo mentalmente.

Aunque no por eso me fastidia menos.

Me pone furiosa la gente que no sólo cree que escribir un libro es pan comido, sino que decide ponerlo en práctica, seguros de que podrán dejar al mundo boquiabierto con su genialidad sin parangón. No tan furiosa como los que explotan niños, creen que la guerra es un mal necesario o se cuelan en las colas, però déu n'hi dó.

Pero cuando la literatura mediocre, la adjetivación inane, la narración insustancial empiezan a abrirse camino por el voluble ladrillo editorial, el mundo necesita a alguien que restablezca la paz y el orden:

LECTOR, EL PROFESIONAL

A grandes rasgos, un lector lee todo lo que le echa la editorial para la que trabaja, y escribe informes en los que se basará la decisión de publicarlos o no. Es un trabajo importantísimo, casi como el de neurocirujano, o el de rey del mundo. Si el mundo ya está saturado de mala literatura, imaginaros el panorama sin estos héroes anónimos.

Porque son héroes. Hay que estar hecho de algo más que carne para aguantar casi setecientas páginas de un novelón histórico con poca sustancia y menos ritmo, o para cruzar diagonalmente páginas y páginas de un largo coito que demuestran que un hombre siempre se delata cuando escribe sobre mujeres. Hay que tener los nervios de acero para emitir juicios objetivos sobre lo que se lee, aunque uno piense que aquello es el equivalente narrativo de una caca de perro en medio de una carretera sin asfaltar en una noche de lluvia ácida. Y hay que tenerlos aún más templados para admitir que algo es bueno, y resistir los lloriqueos tipo "¿Escribe mejor que yoooo?".

Por ello, considero necesario levantar la voz de alarma. Disuadir a cualquier amateur de ponerse a escribir "La novela del siglo" o, sencillamente, "La novela de su vida", a menos que tenga pruebas certificadas de que es bueno, o de que puede llegar a serlo.

ME DA IGUAL que ganaras los Juegos Florales de tu colegio en tercero de la E.S.O. ME DA IGUAL que tu madre te diga que escribes muy bien. ME DA IGUAL que te publicaran una carta al director en "El País" (después de pasarte semanas bombardeando a todos los rotativos de tirada nacional). ME DA IGUAL que creas que escribir un libro es más importante que plantar un árbol o tener un hijo, o, que, de las tres, es la única que te dará dinero.

Escribe sólo porque no lo puedes evitar, porque te pican las manos si no escribes. Escribe porque ya lo has leído todo, y no ha sido suficiente, y estás convencido de que puedes hacerlo mejor, o, al menos, acercarte mucho. Escribe porque tienes algo que contar, y porque sabes cómo contarlo. Escribe para los demás, o si no, cómprate un diario y espera que tus hijos se apiaden de ti y lo publiquen a tu muerte. Ah, no, que ya hemos quedado en que no tendrás hijos, porque estarás demasiado ocupado escribiendo un libro mediocre que irá a engrosar las pilas de libros mediocres que alimentan las estanterías de contrachapado de hogares de todo el mundo. Si, sin embargo, estás decidido a hacerlo, asegúrate de insultar a alguna religión, o a alguna minoría, o meter zoofilia por algún sitio. Así podrás tener la satisfacción de, a pesar de haber escrito un libro al que nadie miraría dos veces a la cara, ser prohibido en alguna escuela cazadebrujas americana, o que tus palabras sirvan como lumbre a la hoguera de algún fascista.

Uno de los consejos más brillantes que he oído jamás a un escritor: "Lee mucho, y MÁS ELFO".

Y, sobre todo, si no podéis evitarlo, respetad a los árboles y escribir sobre papel reciclado, o en el reverso de los extractos bancarios.

lunes, 16 de junio de 2008

A diario una manzana, es cosa sana

Atención a todos los obreros de la construcción:



Es obligatorio tener a Woody Allen
en la obra


Y luego la gente se queja de que las obras van lentas. Pobre, Woody, cuánto trabajo...


Filacterias

del alemán, "Wortschatz"
literalmente, "tesoro de palabras"
sinónimo de "vocabulario"

Porque las lenguas teutonas también se dan a lo onírico-poético

viernes, 6 de junio de 2008

Amor de papel (dos): ¡Me rindo, me rindo, me rindo!

-How old are you?
-Seventeen.
-How long have you been seventeen?
-... a while.


Oooh... Aaaah...

Robert Pattinson me pone burra. Robert Pattinson haciendo de Edward Cullen me pone especialmente burra. Aunque el reproducido arriba sea, probablemente, el único diálogo decente de la película, aunque el resto sea un pastelón horroroso pensado sólo para que las quinceañeras se hagan pis encima sólo con ver a ese vampiro tan, tan, TAN HOT que será Edward Cullen en "Crepúsculo: La película". Ya hay un trailer colgado. Es una bobada de trailer, pero Edward Cullen, ¿lo he dicho ya? está tan, tan, TAN HOT que me convierte de nuevo en una adolescentilla gritona.

Desmayooo....

Tengo muchas ganas de ver esta película. Tengo muchas ganas de gritar "¡GUAPO!" cada vez que Edward Tíobueno Cullen asome su vampiresco rostro por la pantalla, hacer "¡OOOOH!" cuando haya beso y "¡UUUUH!" si el beso es con lengua, reírme sin piedad cuando Bella se caiga yet again, y esperar al final para ver si merece la pena aplaudir o no (es que me gusta mucho aplaudir). Porque el cine, señoras y señoras, también es eso. No lo olviden.

* N.B. (que significa "Nota Bonita"): Ya hay una película americana llamada "Twilight". Género negro. Triángulo entre Susan Sarandon, Gene Hackman y Paul Newman. Muy, muy recomendable.

"Oh, Edward, Edward, wherefore art thou fictional?"

* Otra Nota Bonita: Con éste, ya son dos los posts que he dedicado a esta saga infame que son los libros de Stephenie Meyer. Me siento sucia. Soy una criatura infecta. Me voy a leer un poco de... de "Guerra y Paz", o... no sé, algo buenodeverdad para purificarme la mente. ¿A quién se le confiesan estos pecadillos? ¿A un bibliotecario?

Oh, Edward Robertpattinson Cullen, fghsshhhghsmmmhgghghhghhhsdhjkshfsdjkndk...

* La última N.B.: Ruego que disculpéis mi fangirlismo de treceañera. Aunque en mi situación, supongo que es comprensible. Inexcusable, pero comprensible.

domingo, 1 de junio de 2008

Capítulo XV: Pues a mí Craig Thompson no me parece ñoño

Craig Thompson es un ejemplo perfecto de la toma progresiva de autoconciencia del autor:

Tomemos su primera obra larga (no contaremos sus portadas para la revista de Nickelodeon, ni sus historietas cortas, porque no me cuadran no son relevantes), "Adiós, Chunky Rice". Se trata de una fábula. El autor se transforma a sí mismo y a su novia en una tortuga y una ratona, bien para proteger la identidad de los implicados, bien porque la caricaturización de los hechos los hace más llevaderos (el motor de las dos primeras obras de Thompson es el mismo acontecimiento traumático, aunque desde ópticas distintas). Una fábula, como os digo. Aunque sin moraleja (o, si la había, yo no me enteré).

Todo esto quedaría mucho mejor demostrado si "Chunky Rice"
fuera un anagrama de "Craig Thompson"

Luego tenemos "Blankets", en adelante, LA OBRA. Lo que tiene de especial "Blankets", además del hecho que tiene seiscientas páginas, y es superlacrimógena y a mí me afectó un montón es que el protagonista ya no se llama Chunky Rice, sino Craig (Thompson) y es un adolescente que lleva el pelo largo y se siente oprimido en el ambiente ultracristiano en el que vive y no se masturba. Hasta que se enamora. Ohohoho. Dandel se convierte en Raina, y el idilio florece con alegría y luego se marchita, pero la vida continúa y lo que te parece lo más peor del mundo cuando tienes diecisiete años al final resulta que, mira por donde, tiene arreglo. O algún día deja de doler.

A mí "Blankets" me gustó. Horrores. Me gustó tanto, de hecho, que he llegado a considerar que si algun día me hiciera un tatuaje, entre las cinco primeras opciones estaría uno de los iconos del libro. Uno de esos copos de nieve que no parecen copos de nieve, por ejemplo. El otro día vi una imagen de alguien que se había tatuado a Craig y Raina abrazados en la pierna. En grande. Precioso, pero no me va el rollo figurativo.

Tal que así.

La cosa es que, aunque la vertiente autobiográfica en "Blankets" es ya prácticamente imposible de obviar (en "Chunky Rice" es que ya lo pone en la solapa), se sigue percibiendo una especie de pudor, una voluntad de enmascarar las cosas para proteger a los demás, o protegerse a sí mismo. Su hermano, que en realidad se llama Jon, es Phil en el libro, y quién sabe si Raina se llamará Raina en realidad. La cosa es que es evidente que Craig Thompson tiene una vena de sobreexplotación del pathos que le da vergüenza que llege a rozar el patetismo, cosa que, muchas veces, está a puntísimo de suceder.

Este proceso de sinceración con la autobiografía llega a su máximo esplendor en "Carnet de voyage". Entre otras cosas, porque es un diario, y anda que no quedaría feo mentir en un diario. Aquí enmascarar la narración no tiene sentido, porque no hay más narración que la del viaje y el descubrimiento. Pero lo que resulta interesantes es que el autor, al verse, creo, despojado del artificio de la ficción tras el que esconderse, da rienda suelta a su propio sentimentalismo, y no tiene miedo de dibujarse a sí mismo como un personajillo llorica y patético a quien la vida le viene grande. "Raina" aparece telefónicamente en la novela, pero sólo sirve para reiterar lo que ya sabíamos: Craig Thompson es un poco quejica. Como todos. A veces tengo la impresión de que es por eso que a mucha gente le produce rechazo Craig Thompson y le acusan de ser un sensiblón: a nadie le gusta verse reconocido en pleno aranque de patetismo angsty adolescente.

Esta vena tan dolorosamente autoconsciente del autor, que había estado muy apropósitamente soterrada en sus anteriores trabajos resulta una faceta muy interesante, y la cristalización de todo lo que se apuntaba en "Chunky Rice" y "Blankets". También puede resultar significativo el salto de la ficción al documental: los personajes semificticios mantienen un semblante de dignidad, pero cuando el autor se convierte, a través del cómic verité, en su propia marioneta, viva el esperpento.

Y por eso tengo muchas ganas de leer "Habibi", que, según parece, se publicará en el 2009. Considero cerrada lo que los estudiosos de Craig Thompson, si los hubiere (y si no, gustosa me ofrezco a ocupar el puesto), podrían llamar "La trilogía del ego". Y siento mucha curiosidad por averiguar cómo el autor se habrá enfrentado a una historia no basada en los hechos reales de su vida...

En conclusión: A mí Craig Thompson no me parece ñoño, sino muy, muy humano. Y muy mono. Tan mono que, de hecho, en esa libretita en la que escribo mi nombre, seguido de "señora de" para todos los posibles señores de mí, posibles e imposibles, que pudiera haber en este mundo, hay una página dedicada a él.

Os invito encarecidamente a visitar su blog. No descubre la sopa de ajo, pero cuelga bastantes dibujos originales y fotografías (de cuando tenía diecisiete años, por ejemplo, y queda más claro que nunca que el Craig the "Blankets" es él, real como la vida misma, porque ese pelo tan horroroso no podía más que ganar al ser dibujado).

Ñoño o no, no me negaréis que sus dibujos,
bonitos
(¡del tó!) lo son un rato .
Y con los colores que le ha puesto
Danny M. Valdez, aún más.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Capítulo XIV: Todo lo que sé sobre los hombres me lo enseñó Bridget.

Ahora que mis temores a morir sola y ser encontrada tres semanas más tarde medio devorada por un pastor alemán se han visto reavivadas, me parece justo y necesario homenajear a la mujer que puso tal fantasía en mi cabeza.

Bridget Jones se ha convertido en el símbolo de las mujeres de los noventa. Eso no se puede discutir. Os gustarán más o menos los libros, pero las inquietudes, alegrías y dramas de la señorita Jones son los de toda una generación de mujeres que aprendieron de sus madres que las mujeres no sólo pueden trabajar y ser abnegadas esposas y madres maravillosas, sino que es preferible que lo hagan, y más preferible aún que lo hagan con ropa interior de Victoria's Secret. De lo contrario, acabarán como horrendas solteronas que visten de tweed y tienen un bulldog al que llama Billy en lugar de marido.

Por ello, Helen Fielding debería haber recibido algun tipo de reconocimiento. Quiero decir, a J.K. Rowling le dieron el Príncipe de Asturias por hacer que los niños cambiaran la PlayStation por los foros de internet en los que se discutía si Harry Potter moriría en el séptimo libro, y a Camilo José Cela le dieron el Nobel de Literatura por ser un señor un poco impresentable que escribía cosas extraordinarias en su tiempo libre. Lo más normal del mundo es que Helen Fielding tuviera el premio que se merece por haber retratado a la perfección a toda una generación de mujeres. Pero la vida no siempre es justa.

Bridget Jones nos enseñó que aunque no sepas dónde está Alemania, aunque tengas a una amiga feminazi-chaquetera, a otra amiga cuyo novio es Vil de nombre y de naturaleza, y un amigo gay que en la vida ha tenido más novios que tú pares de bragas, aunque tus muslos sean de la consistencia de la gelatina de tapioca, aunque por las mañanas tu pelo parezca un nido de pájaros después de una rave, aunque nadie te respete en el trabajo, aunque tu madre sea una entrometida en technicolor, aunque te metan en la cárcel por supuesto tráfico de drogas cuando vuelves de vacaciones en Tailandia, y aunque tu jefe caradura y fóbico al compromiso te metiera mano en el ascensor, hay un Mark Darcy al final del túnel que tiene un trabajo apasionante y con una nómina aún más apasionante, que vive en la revista "El Mueble", que te dice que sin ti, nada le parece divertido, que encuentra atractivos tus michelines y valora tu sana curiosidad por los libros de autoayuda.

Aunque, fuera de Londres, los Marc Darcys del mundo parecen estar escondiéndose, y la vida no es más que un eterno círculo de pashminismo.

¿¡DÓNDE ESTÁ MI MARK DARCY!?

sábado, 24 de mayo de 2008

Capítulo XIII: Ella Encantada... de la vida

Cuando nació la Bella Durmiente, una docena de hadas le dieron un puñado de dones: la belleza, la inteligencia (según la version del cuento), la bondad, etcétera. Al final, el hada mala le concedía el don de pincharse con un huso a los quince años, cosa que, francamente, me parece que, más que un don, es un fastidio, pero bueno.

Al parecer, a Gail Carson Levine también le pareció que esto de los dones quedaba un poco cojo, así que decidió escribir un libro para que todos pensáramos un poco sobre el chanchullo de los dones.

La cosas es así: Ella de Frell recibe, al nacer, de un hada un poco cabezahueca llamada Lucinda, el don de la obediencia. Las madres del mundo probablemente apreciarán el valor de este don: "¡Ordena tu habitación!", "¡En casa a las once!", "¡Ponte a estudiar!" son bienintencionadas instrucciones que Ella se ve obligada a obedecer sin rechistar. Pero como su madre es buena, no se aprovecha de este don. Pero claro, como esto es un cuento, la madre se muere, y cuando otro personaje de corazón más turbio descubre el don de Ella, se aprovecha despiadadamente de él.

A pesar de su final un poco precipitado, "Ella Enchanted" (publicada en España como "El mundo encantado de Ela" por Ediciones B) es una novela muy recomendable, especialmente para niños. No se trata de una revisión de los cuentos de hadas propiamente dicha, porque no da la vuelta a las convenciones del género, ni evidencia el subtexto ni insiste en ser una versión escrita de "Shrek", que parece haberse convertido en el parangón del revisionismo de los cuentos de hadas, sino que nos encontramos ante una nueva generación de cuento de hadas, porque la autora, al contrario que Perrault y los hermanos Grimm, ha leído a Perrault y a los hermanos Grimm, además de a Frances Hogdson Burnett, y si bien no pone nada del revés, sí es muy consciente del mundo en que vive. "Ella Enchanted" debe leerse, pues, como un cuento de hadas, sin esperar más complicaciones narrativas ni significados ocultos de los que tiene el género.

Una recomendación: No veáis la película basada en la novela (Tommy O'Haver, 2004). Sus autores sí que vieron Shrek, y el resultado es una broma de mal gusto. Aunque Anne Hathaway está monísima, como siempre, eso sí.

lunes, 19 de mayo de 2008

A falta de pan, buenas son las tortas

"Iron Man", para los que no sepáis inglés, significa "Más chulo (Iron) que un ocho (Man)", y es una película que va de cómo Robert Downey Jr. Intenta molar más que nadie, y al final lo consigue. Y de cómo luego hará otra película para molar más todavía.

Y a mí no me engañan. Al final no se enrolla con Gwyneth Paltrow, porque Pepper Potts, en realidad, es Alfred. Su maquillaje defectuoso lo delata: el tinte destiñe, y pasa de rubia a pelirroja, y las pecas aparecen y desaparecen como fuegos fatuos. Oh, Alfred, ¿por qué traicionar a tu amo? Bruce Wayne es un niñato estúpido, pero abandonarle para limpiarle las caquitas a otro niñato estúpido no es la solución, créeme.


¿A quién pretenden engañar?

Filacterias

del DRAE:

intríngulis
.

(De or. inc.).

1. m. Dificultad o complicación de algo.

2. m. coloq. Intención solapada o razón oculta que se entrevé o supone en una persona o en una acción.





viernes, 16 de mayo de 2008

Capítulo XII: A veces, la tele aún sorprende


Advertí, al iniciar este hermoso viaje por el ciberespacio aventura binaria blog, que no siempre se hablaría de libros y, vaya por dónde, hoy es uno de esos días. El que avisa no es traidor, y hoy hablaremos de televisión. La tele, TV, la caja tonta, el tubo catódico, la estantería de la muñeca sevillana de plástico o de la foto de la comunión. Eso.

Señoras, señores (redoble de tambores) la de hoy es una efeméride que debería pasar a formar parte de los anales de la historia de la televisión.

Lectores, lectoras, casi no podía creérmelo cuando lo he visto, pero de nada sirve negarnos a la evidencia: Hoy, "Supermodelo 2008", un reality show de cuatroº, famosa por sus maravillosos realities de brillante guión y cuidada realización (*MODO SUPERSARCÁSTICO: OFF*) nos ha resorprendido con ¡un momento bien guionizado!

Claro, diremos, algún día tenía que pasar, pero admito que me ha pillado completamente desprevenida. Déjenme que les cuente:

Hoy era el último día de la última fase del cásting. Ya no nos vale con la pasarela en el centro comercial, las niñas (¡y ahora también niños!) desfilando con sus madres, haciendo la prueba de los huevos, no señor. Ahora el último cásting es en "el segundo barco más grande del mundo" (¿por qué me resulta eso tan vagamente decadente?), un escenario de un kitsch y una horterez espeluznantes maravillosos, donde dos decenas de niñas monas y efebos con abdominales de granito (mayormente) se someten al veredicto de una señora mayor que lleva un pendiente en la nariz y tiene un problema patológico con enseñar la cabeza, un fotógrafo con nombre de película porno soft, una exmodelo con un cutis tan tirante que parece que se le vaya a saltar la cara y con una madre que es un cruce entre los niños bien reconvertidos en hippies e Isabel Preysler y, last, but not least, Jousi/Yousi/Housi/Chousi, "profesor de estilismo", que no engaña a nadie, porque en realidad es Carlos Areces escapado de Muchachada Nui y lo que pretende es desviar la atención del programa hacia él, que es un genio de la comedia de incógnito.

Pero me estoy extendiendo. Como decía, hoy era el último día del cásting, el día en el que se sabrían los elegidos para entrar en el Manicomio Centro de Formación. Es necesario para la historia que sepáis que uno de los aspirantes tuvo que irse a casa porque se hizo daño en la mano, pero ha regresado al barco, una vez curado, porque había sido admitido en el programa. Los profesores le han pedido que esperara discretamente, a esondidas de sus compañeros, para darles una sorpresa. A algunos de ellos ya se les había comunicado su ingreso en el centro, así que sólo quedaban unas, digamos, seis u ocho plazas por asignar, y el procedimiento era el siguiente:

Los participantes subían por una escalera, recogían un paquete envuelto para regalo, bajaban a reunirse con sus profesores y compañeros y abrían el regalo. Si el contenido del sobre era una portada de revista con su cara montada sobre una cartulina, ¡felicidades! lágrimas, mocos y abrazos, has sido el elegido. Si, por el contrario, la cartulina estaba en blanco, ¡oooh!, vaya, qué pena, puedes irte a casa, gracias por nada todo, cacho feo. Hasta aquí, todo en la mediocre línea habitual. El milagro ha ocurrido cuando la penúltima chica ha recibido su portada. Veréis, a partir de aquí, el desenlace de este momento tan, tan importante ya no tenía el menor interés. Supuestamente, la última concursante quedaba automáticamente eliminada, porque el número de chicas ya era igual al de chicos. La pobre chiquilla, al verlo, no ha podido contener su emoción, porque ya se veía arrojada por la borda, pero, sorbiéndose los mocos, ha subido la escalera en busca de su sobre. Lo ha abierto, así como de mala gana, segura de que encontraría la cartulina en blanco.

Aquí empieza lo bueno. Una mueca de extrañeza ha torcido sus hermosas facciones de niñata al ver el contenido del paquete. Urgida por sus profesores, la ha mostrado a cámara. ¡Era la portada del compañero manirroto! Momento de confusión general, hasta que los chicos, situados de cara a la escalera, han empezado a vocear y a señalar como si hubieran visto un fantasma. ¡Por la escalera bajaba el chaval de la mano escabechada, sosteniendo (con la mano buena) la portada de la última señorita!

A partir de aquí, el programa ha vuelto a su confusión habitual, planos absolutamente incomprensibles e innecesarios, y interés nulo a todos los niveles. Menos mal. Por un momento me he creído transportada a una dimensión paralela. Tengo curiosidad por saber si estos momentos de aparente genialidad (al menos, en comparación con el resto del programa) volverán a repetirse y, sobre todo, me froto las manos de anticipación sólo de pensar en la realización en directo...

En otro orden de cosas, hoy he descubierto que un rasgo distintivo de mi personalidad es que, a pesar de tener las diez temporadas de "Friends" en deuvedé, sigo viéndola por televisión cada vez que una cadena tiene a bien reponerla. A veces, la tele aún sorprende, pero, ¿es borreguismo que "Friends" siga haciéndome gracia la enésima vez que lo veo? ¿Es a eso a lo que se llama ser rematadamente genial?

miércoles, 14 de mayo de 2008

Amor de papel (uno): Oh, Johnny...

La falta de inspiración y el exceso de suspiros me mueven a abrir esta sección: Un altar digital en el que venerar a todos aquellos personajes que me han inflamado las emociones a lo largo de los años. Si tuviera once años, diría que son aquellos personajes con los que quiero casarme. Para bien o para mal, ya no tengo once años, y con más o menos inocencia, inauguro esta sección con un hombre, a falta de un sustantivo más adecuado, que desprende atractivo por todos los pelos de su felina forma.

John Blacksad puede verse como un homenaje a los detectives del polard, a todos los Sam Spades y Philip Marlowes y Humphrey Bogart haciendo de todos ellos habidos y por haber por parte de Juan Díaz Canales y Juanjo Guarnido. Pero hay algo que distingue a Blacksad de sus homólogos, y tal vez se deba a que, es un gato y, como todos los gatos, bufa y araña, pero también ronronea: John Blacksad es capaz de sonreír. Y aunque el final de "Alma Roja" me dejó destrozada, porque deseaba con todas mis ganas que John y Alma fueran felices y comieran perdices,


Y me parece que, hasta cierto punto,
los autores también se lo plantearon


después de una escena romántica profundamente emotiva (ñoña, sí, ¡y a mucha honra!), que me dejó las rodillas como la mantequilla, no pierdo la esperanza de que John Blacksad encuentre por fin el Ammor. Porque es de pecado mortal que un hombre tan atractivo, con orejas de gato y todo, ande suelto por el mundo. La tradición detectivesca suele dejar a los personajes eternamente solteros, por considerarlos pájaros de mal agüero, o solitarios existenciales, y parece que en este caso, un gato negro no hace más que corroborar el tópico. Pero on hi ha pèl, hi ha alegria, y mientras Johnny Blacksad sigue sonriendo, yo seguiré en mis trece, segura de que, muy en el fondo, sonríe para mí.



lunes, 12 de mayo de 2008

Capítulo XI: La poesía es maravillosa, sobre todo cuando estás poco inspirada

And indeed there will be time
For the yellow smoke that slides along the street,
Rubbing its back upon the window-panes;
There will be time, there will be time
To prepare a face to meet the faces that you meet;
There will be time to murder and create,
And time for all the works and days of hands
That lift and drop a question on your plate;
Time for you and time for me,
And time yet for a hundred indecisions
And for a hundred visions and revisions
Before the taking of a toast and tea.

In the room the women come and go
Talking of Michelangelo.

And indeed there will be time
To wonder, "Do I dare?" and, "Do I dare?"
Time to turn back and descend the stair,
With a bald spot in the middle of my hair---
[They will say: "How his hair is growing thin!"]
My morning coat, my collar mounting firmly to the chin,
My necktie rich and modest, but asserted by a simple pin---
[They will say: "But how his arms and legs are thin!"]
Do I dare
Disturb the universe?
In a minute there is time
For decisions and revisions which a minute will reverse.
(T.S. Eliot, "The love song of Alfred J. Prufrock")


Ah, Thomas Stearns, fuiste un tremendo snob, probablemente misógino y, dicen, antisemita, y tus afirmaciones sobre la alta cultura me ponen los pelos de punta.

Pero tu poesía casi me da ganas de pasarlo por alto.

Además, si el fanfiction fuera una cosa seria, tú serías uno de los precedesores. Si "La divina comedia" fuera una ópera rock, este poema sería un songfic, y "The hollow men" es, sin lugar a dudas, un drabble de "El corazón de las tinieblas". ¿O no?


domingo, 4 de mayo de 2008

Capítulo X: Hagamos como que viajamos en el tiempo...

...y, tal y como dice la fecha de esta entrada, transportémonos al pasado domingo, cuatro de mayo. Porque es impensable que se me pasara esta efeméride, y se me cae la cara de vergüenza.

El cuatro de mayo es el día en que Sherlock Holmes cayó con James Moriarty por las cataratas del Reichenbach (Suiza). Sherlock Holmes y sus aventuras me gustan horrores, aunque después de mi imaginación adolescente alimentada por las hormonas, creo que nunca me sobrepuse al hecho de que Sherlock Holmes sea un señor feo.


Admiro profundamente a Basil Rathbone (con ese nombre, ¿cómo no le voy a admirar?), pero este Sherlock Holmes es un jarro de agua fría sobre el ardiente pecho de las jovencitas. Señor Conan Doyle, podría usted haber tenido un poco más de visión comercial. Si el detective de Baker street, además de detective, también hubiera sido un trágico héroe romántico, el revuelo provocado por su muerte no se hubiera dado, porque todo el mundo sabe que el destino del héroe romántico es morir trágicamente, y Conan Doyle se hubiera podido dedicar a otra cosa en lugar de a resucitar a un personaje que le daba rabia.

Pero no lo hizo, y Sherlock Holmes tampoco es que tenga muchas cualidades que le rediman. Es superlisto, vale, pero además es un snob yonqui, que es la peor clase de snob y la peor clase de yonqui que se puede ser. El fanfiction tampoco le ha convertido en un icono literario sexual, aunque en el cenagal que puede ser fanfiction.net hay historias para todos los gustos, aunque tampoco hay que ser ningún lince para sumar dos y dos y escribir slash sobre Holmes y Watson.

Pero a lo que voy. A mí quien me parece sexy es James Moriarty, porque aunque también es feo como él solo, se presta mucho más a la manipulación fuera de los parámetros del canon de su historia.


Eso, o la erótica del intelecto. Hay que ver, qué jeto... Creo que la figura del Profesor Moriarty empezó a parecerme atractiva a raíz del libro de John Gardner, "La venganza de Mortiarty" (Valdemar, 1993). A Llassans (sí, de Bayarri & Llassans, los autores de "Zombiosis", ¿habéis visto qué bien conectada estoy?) no le gustó, pero no tiene razón, y venir a este blog a decirme que es mentira es de muy mala educación, que lo sepáis.

El avatar de Holmes que sí me gustó, y mucho, fue Nicholas Rowe en "El secreto de la pirámide" (Barry Levinson, 1985, con guión de Chris Columbus).


Recuerdo ver esa película las mañanas de Navidad y fantasear con el joven Sherlock, y al ver la película en versión original y oír ese acento británico que tanto me encanta, le swoon... Es que yo a Sherlock Holmes siempre le deseé un romance, y ya ves tú, ni con Irene Adler, llamadme sentimental... Además, era supergore a pesar de ser una película para niños. Ese Chris Columbus, a veces tiene un pronto... Es una película que tiene un aire así como cutrongo, que la hace mortalmente cute.

viernes, 2 de mayo de 2008

A quien madruga, Dios le ayuda, pero no por mucho madrugar amanece más temprano

Tengo un amigo (si puede llamarse así a alguien a quien he visto en persona menos de dos veces, pero con quien mantengo una cordial relación por internet) que me propuso el siguiente experimento:

Se trata de sustituir la palabra "electricidad", y derivados, por "magia".
"Mi ordenador funciona con magia", "El otro día se fue la magia y nos quedamos a oscuras", "Batí los huevos con la batidora mágica", "Los coches mágicos se están poniendo de moda"...

Cantad todos conmigo: "I do believe in fairies! I do! I do!"

Imagen de mehmeturgut


Filacterias

Del DRAE

magia.

(Del lat. magīa, y este del gr. μαγεία).

1. f. Arte o ciencia oculta con que se pretende producir, valiéndose de ciertos actos o palabras, o con la intervención de seres imaginables, resultados contrarios a las leyes naturales.

2. f. Encanto, hechizo o atractivo de alguien o algo.

~ blanca, o ~ natural.

1. f. La que por medios naturales obra efectos que parecen sobrenaturales.


electricidad.

(De eléctrico).

1. f. Fís. Propiedad fundamental de la materia que se manifiesta por la atracción o repulsión entre sus partes, originada por la existencia de electrones, con carga negativa, o protones, con carga positiva.

2. f. Fís. Forma de energía basada en esta propiedad, que puede manifestarse en reposo, como electricidad estática, o en movimiento, como corriente eléctrica, y que da lugar a luz, calor, campos magnéticos, etc.

3. f. Parte de la física que estudia los fenómenos eléctricos.

4. f. coloq. tensión (estado anímico de excitación).

~ estática.

1. f. Fís. La que aparece en un cuerpo cuando existen en él cargas eléctricas en reposo.

~ negativa.

1. f. Fís. La que adquiere el ámbar frotado con lana o piel.

~ positiva.

1. f. Fís. La que adquiere el vidrio frotado con lana o piel.

~ resinosa.

1. f. Fís. electricidad negativa.

~ vítrea.

1. f. Fís. electricidad positiva.

miércoles, 30 de abril de 2008

Capítulo IX: Buenas noches, muñequita.





Desde que el lunes "Las mañanas de Cuatro" y demás programas de actualidad se llenaron con el folletín aterrador de la familia Fritzl en Amstetten, Austria, este libro me ronda por la cabeza. Lo leí cuando tenía once o doce años, y me afectó un montón. Ya he dicho en alguna otra ocasión que soy profundamente impresionable, pero es que la novela de Heidi Hassenmüller me dejó con un nudo en el estómago, que es la forma elegante de decir que me dan náuseas cada vez que la recuerdo.

Y no porque sea mala. "Buenas noches, muñequita" ("Gute Nacht, Zuckerpüppchen" en alemán, que me parece un título aún más perverso) es una historia basada en la vida de la autora, ambientada en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando la pequeña Gaby se ve impotente cuando el nuevo marido de su madre empieza a abusar sexualmente de ella cuando tiene seis años. Seguimos a Gaby durante toda su infancia y adolescencia, amenazada por el monstruo, episodio a episodio, a cada cuál más terrorífico. Al leerlo, me parecía todo tan real y tan horroroso que la lectura llegó a hacérseme insoportable. Pero no podía dejar de leer. Sentía que se lo debía a Gaby.

¿Lo más brutal? Se supone que es una novela para adolescentes. La recomiendo encarecidamente, pero si vais a dejársela leer a una persona pequeña, aseguraos de que tenga un adulto cerca que pueda guiarle a través de la lectura, porque puede ser una experiencia muy sobrecogedora para un niño.

No descubrí hasta algún tiempo después que "Buenas noches, muñequita", era un relato autobiográfico. Hay hasta una continuación, en la que la autora narra su vida después de los largos años de maltrato. Saber que todo aquello había ocurrido en realidad me resultó aún más pavoroso, pero, al mismo tiempo, encontré cierta esperanza en ella. Si la autora había podido escribir esa novela extraordinaria sobre lo que le había ocurrido, pensé, significa que la gente no se rompe tan fácilmente.

Y espero que, algún día, sea Elisabeth Fritzl la que pueda contar su historia, y no algún desaprensivo que quiera fabricar un best-seller con el horror ajeno.