miércoles, 30 de abril de 2008

Capítulo IX: Buenas noches, muñequita.





Desde que el lunes "Las mañanas de Cuatro" y demás programas de actualidad se llenaron con el folletín aterrador de la familia Fritzl en Amstetten, Austria, este libro me ronda por la cabeza. Lo leí cuando tenía once o doce años, y me afectó un montón. Ya he dicho en alguna otra ocasión que soy profundamente impresionable, pero es que la novela de Heidi Hassenmüller me dejó con un nudo en el estómago, que es la forma elegante de decir que me dan náuseas cada vez que la recuerdo.

Y no porque sea mala. "Buenas noches, muñequita" ("Gute Nacht, Zuckerpüppchen" en alemán, que me parece un título aún más perverso) es una historia basada en la vida de la autora, ambientada en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando la pequeña Gaby se ve impotente cuando el nuevo marido de su madre empieza a abusar sexualmente de ella cuando tiene seis años. Seguimos a Gaby durante toda su infancia y adolescencia, amenazada por el monstruo, episodio a episodio, a cada cuál más terrorífico. Al leerlo, me parecía todo tan real y tan horroroso que la lectura llegó a hacérseme insoportable. Pero no podía dejar de leer. Sentía que se lo debía a Gaby.

¿Lo más brutal? Se supone que es una novela para adolescentes. La recomiendo encarecidamente, pero si vais a dejársela leer a una persona pequeña, aseguraos de que tenga un adulto cerca que pueda guiarle a través de la lectura, porque puede ser una experiencia muy sobrecogedora para un niño.

No descubrí hasta algún tiempo después que "Buenas noches, muñequita", era un relato autobiográfico. Hay hasta una continuación, en la que la autora narra su vida después de los largos años de maltrato. Saber que todo aquello había ocurrido en realidad me resultó aún más pavoroso, pero, al mismo tiempo, encontré cierta esperanza en ella. Si la autora había podido escribir esa novela extraordinaria sobre lo que le había ocurrido, pensé, significa que la gente no se rompe tan fácilmente.

Y espero que, algún día, sea Elisabeth Fritzl la que pueda contar su historia, y no algún desaprensivo que quiera fabricar un best-seller con el horror ajeno.

domingo, 27 de abril de 2008

Capítulo VIII: Sempere junior

De 667 páginas (y sospecho que la última página fue añadida por cuestiones supersticiosas, aunque qué curioso que sea el mismo número del edificio de Jerome y Esmé Squalor), me quedo con estas dos palabras.

Sí, ya he experimentado la sensación literaria de la temporada. "El juego del ángel", la segunda novela de Carlos Ruiz Zafón después del año cero que supuso "La sombra del viento" ya ha sido ávidamente adquirida y devorada por una servidora de ustedes. Cuando cayó en mis manos, estaba dispuesta a hacerle la ola, pero una vez pasada la última página, perdonen que no me levante.

Que nadie me malinterprete, no tengo intención alguna de machacar al autor, porque lo que siento por Carlos Ruiz Zafón es reverencia y veneración. Tengo la Trilogía de la Niebla desde antes de que fuera la Trilogía de la Niebla, en ediciones de tapa blanda manoseadas y llenas de apuntes, cuando en la contraportada salía una foto horrorosa del autor (lo siento, Carlos, pero es verdad) y decía que vivía en Los Ángeles porque no querían venderle la catedral de Chartres, y mi prosa, para bien o para mal, está irremediablemente influenciada por la suya. Por eso quiero escribir este post de fan despechada. Por eso y porque después de desembolsar los veintitrés euros que cuesta el tomo, y hacer dos horas de cola para que el señor Zafón me estampara su rúbrica y nada más, porque los malvados oficiosos miembros de la editorial estaban preocupados por las dimensiones gargantúicas de la cola, que parecía la serpiente del móvil, me pican los dedos, qué queréis que os diga.

Antes de que se me olvide: Si lee esto una de esas personas a quienes les explotan los globos oculares sólo con que les revelen el cuerpo de la tipografía, mejor si se van a dar una vuelta por ahí y vuelven cuando se hayan leído el libro. No voy a hacer spoilers de nada, pero tampoco quisiera dejar ciego a nadie.

Pero el caso es que, terminada la primera lectura (voraz, y, por lo tanto excesivamente rápida; preguntadme de nuevo cuando lo haya leído por segunda vez), no puedo evitar sentirme decepcionada. Me gusta la idea de convertir estas novelas en una trilogía sobre Barcelona, pero la intención queda un poco deslucida cuando este propósito se vuelve demasiado transparente. Me explico: Las novelas de Carlos Ruiz Zafón ("El príncipe de la niebla", "Las Luces de Septiembre", "El palacio de la medianoche", "Marina", "La sombra del viento" y "El juego del ángel"), apiladas las unas sobre las otras, son como cinco dibujos hechos sobre papel cebolla, cuyos trazos traslucen los unos sobre los otros.

En el caso de los tres primeros, la llamada "Trilogía de la Niebla" por avispadas mentes editoriales, esto se da de una forma muy sutil; hay una concordancia de temas y de texturas, y unos anclajes narrativos comunes. Cojea un poco "El palacio de la medianoche", de la cual el mismo CRZ admite que es su novela más floja (estoy de acuerdo; el rollo fraternal no logra sustituir ni eclipsar la necesidad de una historia de amor). La semilla fantástica del monstruo, muy especialmente, de la sombra, está presente en las tres, y se desarrolla de una forma muy elegante. Son novelas para "jóvenes", pero sin embargo, o tal vez precisamente por eso (cuando uno no está constreñido por el juicio de los iguales) tenían unos momentos de intensidad narrativa extraordinarios (lloré por primera vez con el final de "El príncipe..." cuando tenía once años, y aún hoy se me hace un nudo en la garganta cuando releo). Para mí, "Las luces de septiembre" no fue una lectura; fue un obsesión.

"Marina" es un poco más de lo mismo, pero ya llegamos a casa. La ambientación, la Barcelona de principios de siglo, los ecos estructurales (el autor recurre con frecuencia a la historia de amor pasada vs. historia de amor actual), el pardillismo del protagonista... "Marina" también atiza con certeza en la sensibilidad de los lectores. Preguntádselo a Guillem Bayarri, que, dice, se echó a llorar en el tren cuando terminó de leerla. Me parece necesario puntualizar que CRZ tiene una habilidad bastante uncanny para hurgar en el corazoncito de sus lectores y echar sal en las heridas sin la menor misericordia.

Pero vamos a lo que vamos. "El juego del Ángel". Los paralelismos con "La sombra del viento" saltan a la vista: La librería Sempere tiene un lugar prominente en la historia, Fermín Romero de Torres se convierte en una pizpireta y deslenguada jovencita llamada Isabella, se repiten frases que resonaron míticamente en su predecesora ("Lo que verás hoy no puedes contárselo a nadie...")...

Y yo me pregunto: ¿Y qué pasa con los paralelismos no tan justificados? El nombre de Andreas Corelli, por ejemplo. Si sois lectores tan obsesivos atentos de los libros de Zafón como yo, este nombre os sonará de "Las luces de septiembre", donde el personaje homónimo tenía un papel muy parecido al que ostenta en "El juego del ángel", pero, por ello, completamente distinto. Me molesta esta coincidencia deliberada, poque tanto podría ser un guiño a los lectores que se estremecieron con el cuento de Lazarus Jann en "Las luces...", como un descarado reciclaje onomástico. Y a mí, y perdonad que lo diga, eso me parece hacerle un feo al lector, que no sabe si sentirse reconocido en su sagacidad o estafado.

La historia de "El juego del ángel" contiene los elementos zafonianos clásicos, y la diferencia principal con "La sombra del viento" es que los personajes acaban, indefectiblemente, más jodidos. Esta historia no tiene final feliz. De hecho, ni siquiera tiene final, pues cuando termina, arranca "La sombra del viento", que sí tiene un punto final mucho más positivo. Y eso incluso me gusta. Lo que me provoca urticaria son los cabos sueltos, que hay unos cuantos, y me parecen una falta de higiene narrativa. Expondré unos cuántos, por si alguien tuviera a bien explicármelos. ATENCIÓN, AQUÍ SÍ HAY POSIBLES SPOILERS. DEJAD TODA INOCENCIA, LOS QUE SEGUÍS LEYENDO:

  • Cuando David Martín tiene su iniciación sexual en el burdel con su creación literaria Chloé Permanyer, ¿a qué viene el momentum? ¿Por qué nunca se explica?
  • Víctor Grandes hace una observación a propósito del broche del ángel de Andreas Corelli; ¿revela esa afirmación que todo son imaginaciones de David y que Corelli es su alter ego?
  • ¿Por qué la relación entre Cristina y David está desarrollada con tantas lagunas?
  • ¿El final es literal, o tiene algún sentido místico-metafórico que se me escapa?
  • ¿Cómo es posible que, en más de diez años viviendo en la misma casa, David nunca se dé cuenta de que hay una habitación secreta? ¿Cómo entra y sale Marlasca sin que nadie le vea?
YA PODÉIS VOLVER A LEER

Éstas son sólo unas pocas, pero, como digo, muchas de ellas tendrán explicaciones que se me habrán pasado por alto en una primera lectura demasiado voraz. Retomaré el hilo cuando haya releído con más calma.

Que nadie se quede con que ésta es una mala novela, sino todo lo contrario. La prosa de Zafón es excelente, pues complace tanto a los lectores de a pie como a quienes tengan (o presuman de) ciertas aspiraciones intelectuales. La historia es terrorífica (yo es que soy muy impresionable), y es una muestra evidente de la pluma de CRZ (probad a decirlo en voz alta). Lean, juzguen, y vengan a quí a compartir sus descubrimientos.

miércoles, 23 de abril de 2008

Más puede la pluma que la espada

Nadie tiene rosas para una jovencita desamparada...


Imagen de Sherry-Zellen



Nada que un buen libro no pueda arreglar. ¡Juá!


Filacterias:

Del DRAE; Mentiroso:
  1. adj. Que tiene costumbre de mentir.
  2. adj. Dicho de un libro o de un escrito: Que tiene muchos errores o erratas.
  3. adj. Engañoso, aparente, fingido, falso.
Embustero, fullero, farsante, cuentista, tramposo, mendaz.

martes, 22 de abril de 2008

Capítulo VII: Te voy a preparar todas las tostadas del mundo para que nunca dejes de quererme


A la grupi gritona que llevo dentro se le aflojaron las rodillas con la maravillosa dedicatoria que me hizo en mi ejemplar de "El circo del desaliento". Si es que sólo le había dicho "Buenas tardes", y ya éramos como amigos de toda la vida. Así de carismática soy yo, y así de majo es él. David Rubín, cásate conmigo, cómo te admiro.

Lo cierto es que el trazo y la narrativa de David Rubín este autor gallego (qué difícil es sacudirse de encima los preceptos de clase de redacción) son innegablemente poderosos. Uno dirá: "Oh, es que abusa del dramatismo en la línea y en las historias", y Uno tendrá razón, hasta cierto punto. Pero hay formas y formas de abusar de los recursos artísticos. Uno, que es un poco pesado, podría decir que Mark Rothko "abusaba" del rojo, o que Luis de Góngora "abusaba" de los adjetivos, o que Orson Welles "abusaba" del chuletón, pero a Nadie (otro de mis fantásticos amigos recurrentes) se le ocurriría decir que ese abuso es en estos casos, malo de ningún modo (quién sabe dónde hubiera acabado Orson Welles sin sus chuletones). Pues es lo mismo. Todo este dramatismo sirve para que "A donde nadie puede llegar", la historia que abre "El circo del desaliento", sea una de las narraciones más desgarradoras que he leído en mucho tiempo. De buen rollo, pero este cómic tendría que venir con una advertencia como las de los paquetes de tabaco. "Atención: Este tebeo contiene tanto drama que puede causar tristeza total". Pero, ¿y lo bien que sientan a veces estas historias? Mucho más elevado, intelectual y espiritualmente hablando, que el culebrón de las cinco.

En dos palabras: "Funambulista gráfico".

viernes, 18 de abril de 2008

Capítulo VI: Zombiosis, por osmosis y por cojones




Éste fin de semana el Salón del Cómic de Barcelona ha sucedido (¿ha tenido lugar? ¿se ha perpetrado? ¿ha pasado?), y como éste blog va de libros y, en general, de most things readable, pues voy a hablar de algunas de mis adquisiciones/revisiones.

Y voy a empezar con "Zombiosis", la puesta de largo de Guillem Bayarri y A. L. Llassans (no se llama así de verdad, es un anagrama de su nombre y apellidos). Puede que este estreno me hubiera pasado por alto, de no ser porque conozco a Bayarri y Llassans y a su obra desde hace años. Es más, somos buenos amigos. Es más, Llassans y yo estuvimos a punto de casarnos, pero una desavenencia insalvable sobre la vajilla en la lista de bodas nos hizo ver que lo nuestro no tenía futuro. Es más, los agradecimientos de "Zombiosis" están dedicados a mí. A mí. A MÍ.

La aparición de "Zombiosis" es motivo de regocijo, y, al parecer, no sólo para sus autores. El País les ha dedicado una reseña en la que salen junto a Harry Potter (!) y califican el cómic como "lo más hilarante que se ha visto en España en muchos años" (o algo así; el adjetivo "hilarante" aparece seguro en la frase). Pero ni los autores ni una servidora consideramos que ésta sea una obra que merezca el calificativo de "hilarante". Dice Llassans que si "El País" dice que Zombiosis es hilarante, uno se calla y dice que bueno, vale, que es hilarante, y punto. Pero a mí no me da la gana callarme. Conozco la obra de Bayarri y Llassans desde que empezaron a trabajar juntos; les he seguido desde que eran industriosos fanzineros sin oficio ni beneficio; de hecho, se podría decir que yo soy a Bayarri y Llassans lo que Benoît Peeters es a Hergé (¡ja!). Y ésta no es una obra cómica. Cuando Bayarri y Llassans quieren dar risa, la dan, o, por lo menos, son obvios en su voluntad humorística. Me atrevería a decir que "Zombiosis" es, hasta la fecha, su obra más seria. A alguien puede hacerle gracia ver cómo atizan a un cura zombificado con un bastón-recuerdo de Benasque, pero no es de eso que vive este cómic.

Podría decir muchas más cosas, sobre la obra y sobre y a los autores (chicos, de verdad, ¿¿Ermengol??), pero quiero esperar un poco. De momento es una obra muy nueva y con pocas posibilidades de hacerse un hueco, pero tiene potencial, aunque la gente, a veces, no sé dé cuenta (ayer, en su sesión de firmas en el stand de Glénat, Bayarri y Llassans vieron, impotentes, cómo, en lugar de "Zombiosis", la gente les pedía que les firmaran los facsímiles de "Esther y su mundo" que podían cogerse gratuitamente de la mesa, hasta el punto que Purita Campos se soliviantó y todo). Tiempo al tiempo...

Tenéis "La República de las Viñetas", el blog de los autores, lincada a mano izquierda, pero lo pongo también aquí por si las moscas.

P.D.: El encabezamiento del post afirma que éste se publicó el viernes, 18 de abril, pero es mentira. Acabo de comprobar que es lunes, 21. Dos días para Sant Jordi. ¡Ayayay!

jueves, 17 de abril de 2008

Capítulo V: Esto seguro que no pasaba en el videoclub de Tarantino


"Esto es un tío que queda magnetizado a raíz de un accidente y borra sin querer todas las cintas de vídeo del videoclub ruinoso de su amigo. Para no perder el negocio, los dos colegas se dedican a rehacer ellos mismos todas las películas"


Esta premisa es tan desquiciadamente genial que es evidente que pone muy difícil escribir un guión impecable a partir de ella. Es lo que tiene el despiporre narrativo, que siempre te pasa factura.

Aún así, la historia merece tanto la pena de ver que ni siquiera me voy a molestar en mensajes subliminales (¡id a verla! ¡id a verla!). Es tan maravilloso que se muestre la trampa y el cartón de la fantasía visual para construir una fantasía visual propia que uno no puede dejar de pensar: ¡Jo, que tío, este Gondry! Lo único que echo de menos en esta película es una verdad más aplastante debajo del encantador y estudiado cutrerío de los decorados, un núcleo más poderoso. O, al menos, algún tipo de resolución a la tensión sexual no resuelta entre Mia Farrow y Danny Glover. Pero se lo perdono a Gondry por haber conseguido que Jack Black esté más memorable que de costumbre, por poner a Mos Def con ese acento tan delicioso, y porque esta película es un regalo maravilloso envuelto con mimo. No es "Eternal sunshine of the spotless mind", pero oigan, es que Gondry no es Kaufman, qué se le va a hacer.

Despidámonos cantándole a Gondry, porque hace unas películas que a mí me gustan mucho y me hacen pensar: "¡Contro! Ya se me podría haber ocurrido a mí!"

"¡Miii-iii-cheeel Gooo-ooon-dryyyy!"

martes, 15 de abril de 2008

Capítulo IV: Para Beatrice... traducirte es como un perpetuo retortijón


Hoy es la primera vez que hablo de Lemony Snicket, pero, 'lo and behold, desde luego, no será la única. ADORO "Una Serie de Catastróficas Desdichas", y no entiendo por qué no se enseña en TODAS las clases de literatura de TODO el mundo, ni por qué Harold Bloom no le dedica una elegía, una epopeya o, por lo menos, un artículo en The Guardian. Necesito urgentemente que alguien me haga ver que estos libros no son tan maravillosos como creo. De lo contrario, mi sempiterna imparcialidad corre peligro.



Hay una cosa que destaca esta serie de libros, y es el reto incomensurable que supone su traducción. El pobre Néstor Busquets, quien, hasta donde yo sé, fue el responsable de la traducción al castellano de los primeros volúmenes, debió de sudar la gota gorda y merece todo nuestro respeto. Más aún si tenemos en cuenta que la serie aún no había terminado cuando empezaron a editarse los libros en España, y la interpretación errónea de una palabra pudo tener consecuencias terribles al reaparecer en un libro posterior con un significado completamente distinto (si os digo VFD, ya sabéis a qué me refiero). Lo que esta saga de novelas necesita no es un traductor, sino un equipo de diez personas de disciplinas distintas afanadas en su adaptación. ¿Sabéis como cuando en las películas se reúne al grupo de profesionales para atracar el banco? Pues, lo mismo.



Lo que me da pena es cómo, como en tantos otros casos, se ha ninguneado a estos libros por el hecho de tratarse de "literatura infantil". En manos de un editor avispado y algo travieso, estos libros, con su mimada edición de apariencia artesanal, sus extraordinarias ilustraciones y su maravillosa recuperación de la literatura como juego, no sólo conceptual, sino también visual (algo que Lemony Snicket, más bien dicho, Daniel Handler, probablemente aprendió de Laurence Sterne) se hubieran convertido, sin duda alguna, en el divertimento literario adulto de la década. Ojalá estuviéramos preparados para algo así...

domingo, 13 de abril de 2008

Capítulo III: La Conjura de los necios está ocurriendo cerca de tu casa


Tengo tendencia a desconfiar de los títulos de las novelas. Unas veces, porque los entiendo de forma literal, y otras, por todo lo contrario. Cuando oí hablar de "La mujer del viajero en el tiempo", lo primero que pensé fue que se trataría de un manifiesto femintegrista sobre una mujer que se siente sola porque su marido pasa mucho tiempo trabajando. Luego resulta que es verdad que trata sobre la esposa de un señor que viaja en el tiempo, qué cosas. Con "La conjura de los necios" me pasó lo contrario. La primera vez que leí el título, me quedé convencida de que se trataba de una sátira política sobre los imbéciles que dominan el mundo. WRONG!

"La conjura de los necios" es un libro que seguro que leyó Paco Alcázar, el autor de la tira "Silvio José, el buen parásito", que aparece en "El Jueves", la revista de humor que sale los miércoles, todas las semanas en sus kioscos, damas y caballeros. Es de cajón que Ignatius J. Reilly es el padre de Silvio José Pereda, aunque el protagonista de la novela de Toole tiene unas aspiraciones más académicas que los videojuegos y las salchichas Chisparritas, aunque yo creo que si el bueno de John Kennedy Toole siguiera vivo (el pobre se suicidó, ¿saben?), "La conjura de los necios: El remake", se parecería mucho más a las aventuras de Silvio José que a la versión white trash del Quijote que es ahora. En cualquier caso, si ésta parte de la literatura fuera dada al fanfiction, ya habría crossovers en el que el pairing principal sería la señora Reilly y el señor Pereda (¡si es que están hechos el uno para el otro!), o, para las mentes más perversas, polimórficas y masturbadas, algún slash encontraríamos por ahí de Ignatius y Sil... me callo, que acabo de merendar.


Esposible que, en algún lugar del mundo, alguien esté pensando en escribir slash de esta pareja
EN ESTE MISMO MOMENTO



P.D: Yo que me creía tan lista por mi brillante descubrimiento de una oscura referencia literaria, ¡y resulta que hasta la Wikipedia lo había visto!

viernes, 11 de abril de 2008

Dame pan y dime tonto

Imagen de ~legadillo


Inventores del mundo, ¡uníos!, para crear el libro sumergible. LO NECESITO.


Filacterias:

del inglés, "infatuation": encaprichamiento, enamoramiento, flechazo, amor repentino, arrebato, pasión

jueves, 10 de abril de 2008

Capítulo II: Bridget Jones no reza, y la Chick-Lit lo cura todo


Hoy he hecho el ridículo delante del objeto de mi deseo (aunque, como diría mi tía abuela Yetta, más vale hacer el ridículo que no hacer nada), así que para darle un bálsamo de consuelo a mi maltrecho y absurdo corazón, me he sumergido en las páginas de "Remedy", la primera novela de Anne Marsella. No hay nada más relajante que sumergirse en una de estas novelas hechas por y para mujeres, que son como un baño de espuma para el alma, o un masaje en los pies... para los pies. Y cuando se trata de un libro como éste, con una ironía tan fina como el agua de Vichy, uno no puede más que recomendarlo a todo el mundo. Pero como todo el mundo no suele hacerme caso, puntualizaré que me parece que se trata de un libro que las damas disfrutarán más.

"Remedy" es la historia de ídem, una joven americana que vive en París, como redactora-último mono de una revista de moda, en busca de su hombre ideal, después de que su último amante, un trapecista, la abandonara para irse de gira. No es una historia de argumento. Sabemos en qué brazos acabará Remedy desde la portada. Lo que resulta inusual y tremendamente encantador es tener una protagonista/narradora en primera persona como ésta, un personaje que suda joie de vivre y la contagia al lector, y es católica y no se pierde la misa de doce. Cada capítulo de la novela está dedicada a un santo distinto, pero de una forma tan rabiosamente posmoderna y, sobre todo, tierna y extremadamente antisecular que uno no puede sino sonreírse cuando Remedy instala en su casa una pica que ha encontrado por la calle para utilizarla de pila bautismal en la que acogerá en la fe a su gato Jubilee y casará a unos compañeros de trabajo homosexuales.

Sólo me queda decir: "Remedy" MOLA. Y to también quiero mi "Man-o-the-moon"...



martes, 8 de abril de 2008

Capítulo I: Bella Swan me hace daño en el celebro

Pido perdón por este post a dos bandas:
a) A algún/a adolescente que caiga por aquí y esté enamorad@ de las beldades de Edward Cullen
b) Los adultos que, muy probablemente, no habrán leído el objeto de discusión de este texto

Pero es que Stephenie Meyer y sus libros merecen mucha atención. "Crepúsculo", "Luna Nueva" y "Eclipse" pertenecen, probablemente, a la élite de los libros más mediocres de la literatura moderna. Además, se supone que son libros para adolescentes, es decir, parte potencial de la formación literaria de una persona. De hecho, es posible que formen parte del temario en alguna escuela de Estados Unidos. ESO, amigos míos, es terrorismo psicológico a gran escala.

Pongámonos en situación. Stephenie Meyer es una señora mormona (culto que, como no conozco, me tomo muy en serio), que una noche tuvo un sueño. A partir de ahí hilvanó una serie de novelas sobre el tormentoso romance entre una chica "la mar de normal" y un vampiro que la han hecho asquerosamente rica y un icono de la literatura juvenil. Hasta ahí todo bien. Sin embargo, la incompetencia de este libro puede explicarse en cinco cómodos pasos:

i) Nos encontramos ante uno de los casos más flagrantes de "Mary Sue"-ismo de la historia. Pero hablemos con propiedad: La protagonista de estos libros se llama Isabella "llámame Bella" Marie Swan. Bella Cisne. Y, repito, es una chica "la mar de normal". En jerga de literatura adolescente, eso significa que ella se ve muy normal, puede que incluso feúcha, pero la dolorosa verdad es que en realidad es un bellezón de portada de revista, pero no queda bien decirlo porque entonces a las niñas les entra complejo, pero en la página veintisiete ya hay dos o tres mozos pegándose por llevarla al baile. Pero a ella no le intersan estos pobres mortales. Todo su ser palpita por la criatura sobrenatural e inalcanzable, el bello vampiro Edward Cullen, quien, ¡sorpresa! descubre que, si su corazón aún latiera, sin duda palpitaría por la chica "la mar de normal", porque su sangre desprende un aroma embriagador. Por cierto, Bella es una ama de casa modelo, y escribe unas disertaciones maravillosas sobre el papel de la mujer en la época de Jane Austen. Pa' que vean.

ii) La inconsistencia argumental es el subtítulo de todos los libros. Resumiré rápidamente lo que ocurre en todos ellos:
Paja paja paja paja paja paja paja paja paja paja paja paja
paja paja paja paja paja paja paja paja paja paja paja ¡DIOS MÍO UN VAMPIRO QUIERE COMERSE A BELLA! ¡PERO EDWARD LA SALVA! paja paja FIN.
Aunque hay que admitir que hay variaciones. "Crepúsculo" tiene lo que podríamos llamar el esquema básico. En "Luna Nueva", la cúspide de la acción ocurre en Italia, bueno, en un sitio que se llama Italia y que la autora muy probablemente crea que es Italia. Msí. Vale. Y en "Eclipse" hay una guerra de vampiros contra vampiros con la aparición estelar de los hombres lobo (¡que también aparecen en esta historia! ¡qué delicia!). Pero os quedáis con la esencia. Alguien probablemente dirá que los largos pasajes en los que no pasa nada son "hermosos fragmentos de suspensión temporal en lo que Stephenie Meyer describe a sus personajes y al mundo que los rodea a través de detalles aparentemente insignificantes", pero que no os engañen. Esto no es Kerouac.

iii) Transmite un mensaje confuso y tendencioso sobre el sexo y las relaciones. Cosa que no tendría la menor importancia si se tratara de una novela vendida como adulta. Pero en el momento en que los editores deciden corromper las núbiles mentes pubescentes con estos libros, es necesario mencionarlo. Desde que conoce a Edward, Bella va caliente. Eso es un hecho, y nadie puede negarlo. Por las palabras de Edward, deducimos que el sentimiento es recíproco, pero el hecho de que sea un vampiro y la sangre no corra por sus venas, por aquello de estar muerto-pero-no nos hace dudar de sus artes amatorias. Qué penica, una cara tan bonita... Bien. El caso es que el mérito de Stephenie Meyer sea el de escribir una novela donde haya un gran deseo de SEXO por parte de los dos protagonistas, PERO nunca nadie utilice esa palabra. Ni derivados, ni sinónimos ni eufemismos. Los personajes quieren tener relaciones sexuales, pero no hablan de ello. Muy bien, niños, ésa es la lección número uno de las clases de educación sexual. EN LA EDAD DE PIEDRA.
¿Lo más bonito? Edward es un novio controlador y posesivo, todo un maltratador en potencia. Se pasa las noches espiando a Bella desde la ventana de su habitación. Le dice lo que tiene que hacer. La secuestra para que no haga lo que él no quiere que haga. La manipula emocionalmente. ¿Y ella? Encantada de la vida, por supuesto. Todas las acciones mencionadas son vistas por la protagonista como epítome del romanticismo. Porque además, Edward es un maestro en las frases recubiertas de nata y azúcar glas. Tomen nota, caballeros, caen rendidas.

iv) El enfoque que se da a las criaturas mitológicas que aparecen en las novelas (vampiros y hombres lobo) resulta, por decirlo caritativamente, descabellado. Eso realmente es una pena, pues en algún momento de la lectura uno puede llegar a creer que, en otras manos, la visión de Meyer podría resultar hasta brillante. Dejad que me explique. Edward Cullen y su familia vampira pertenecen a un clan que ha renegado de la sangre humana por motivos éticos y se alimenta sólo de sangre animal. Argumentalmente aceptable; ya es bastante malo que Edward se sienta tan intoxicado cada vez que huele a Bella, si no fuera por el férreo entrenamiento al que ha sometido a su paladar, le arrancaría la cabeza de un bocado cada vez que ella quiere... hum... cosas. Eso me parece bien. Si le aguanté al Vampiro Kasimir (Carlos Puerto) que bebiera sangría, esto no me molesta en absoluto.
Lo que me resulta incomprensible es la percepción temporal contradictoria que tienen los vampiros. Estamos hablando de seres inmortales, a quienes no les viene de un día ni de un año, que ni duermen ni respiran. ¿Para qué quieren correr a una velocidad supersónica? Que alguien me lo explique, por favor. Ah, y mi preferido. ¿Sabéis aquello que si les da el sol, los vampiros se ponen muy malos/se mueren (según la necesidad del autor de tener un clímax que ocurra de día)? Stephenie Meyer no opina lo mismo. Sus vampiros no se convierten en polvo cuando les da el sol; BRILLAN. Cito textualmente (de memoria), brillan "como si su piel estuviera hecha de miles de diamantes diminutos". Msí. Vale. Que cada uno saque sus propias conclusiones.
No negaré que, a pesar de todo, la comparación entre hombres lobo y vampiros me pareció hasta muy bien encontrada. A grandes rasgos, los hombres lobo que aparecen en la novela son los guardianes de una tribu de nativos americanos, los Qileute, encuentran en los vampiros a sus enemigos naturales. Que los vampiros, por aquello de tener la sangre quieta, tengan la piel fría, y los licántropos (que en realidad son post-adolescentes macizorros que se convierten en lobo a placer) tengan una temperatura corporal febril es un paralelismo interesante, más cuando Jacob Black, uno de los lobeznos, compite con Edward por el corazón de Bella, con un gran clímax dramático cuando Jacob tiene que meterse en un saco de dormir con Bella para calentarla durante una ventisca, y no deja de pensar cochinadas, mientras Edward, quien, ¿os lo había dicho?, es capaz de leer la mente de todo el mundo menos Bella, se ve obligado a ser testigo de este despropósito y a no intervenir si no quiere que su amor verdadero de la vida de su corazón, la única persona que ha llegado a su corazón (cita textual), se muera de frío. Sobra decir que esta escena es "hawt as hell". Todo esto viene de que la familia vampira de los Cullen (con cuyo análisis podrían llenarse veinte posts como éste) y los hombres lobo se juntan para cargarse a los vampiros malvados que quieren cargarse a Bella. Nunca la colaboración entre criaturas sobrenaturales había estado tan desaprovechada. Nunca.

v) Stephenie Meyer está reescibiendo "Crepúsculo" desde la perspectiva de Edward. Socorro.

Y por todo esto, recomiendo encarecidamente su lectura. Son un cursillo acelerado de psicología inversa en escritura creativa.

Postdata: "Crepúsculo: la película" se está rodando en estos momentos. Lo único que me interesa es que el papel de Edward será interpretado por Robert Pattinson, el malogrado Cedric Diggory en "Harry Potter y el Cáliz de Fuego". El caso Diggory es un claro ejemplo de "es mal negocio matar a un actor guapo", aunque en las fotografías promocionales de "Crepúsculo" se parezca más a Malcolm in the Middle que a un vampiro guapo-a-morir con el que ya encaja perfectamente con su cara natural de niño bien ligeramente ofuscado por los vapores de... de eucaliptus, por supuesto.

lunes, 7 de abril de 2008

"Matilda", o el Big Bang

"Así que la joven mente de Matilda siguió creciendo, alimentada por las voces de todos aquellos autores que habían lanzado sus libros al mundo como barcos a la mar. Esos libros dieron a Matilda un mensaje de esperanza: No estás sola."

Lo de los barcos a la mar se me quedó grabado. "Matilda" fue la primera novela "de verdad" que recuerdo haber leído, y aún hoy, muchos años después, la releo un par de veces cada año y me sigue diciendo tantas cosas como entonces. La cita pertenece a la película, dirigida por Danny DeVito, con guión de Nicholas Kazan (el hijo de Elia Kazan; qué casualidad, justo ésta semana he visto "El diario de Noah", dirigida por el hijo de John Cassavettes), pero esto no va de dinastías cinematográficas, sino de libros, y, ocasionalmente, de otras cosas, aunque todo eso ya lo veremos más adelante.

Os estaba hablando de "Matilda". Roald Dahl es uno de mis escritores favoritos, porque es tan perverso que no sé cómo no le salen rayos de los ojos. Supo ganarse a sus lectores infantiles de la forma más evidente: conspirando con ellos contra los adultos. Eso que ahora hacen las malvadas divorciadas con sus hijos y se llama "alienación parental", Roald Dahl lo practicó con los hijos de todos, como muy pocos autores han logrado hacer. Lástima que esto no se hereda. Sophie Dahl, su nieta (sí, la modelo cuya fotografía para la campaña del perfume "Opium", de YSL tuvo que ser retirada de los letreros del Reino Unido y se prohibió totalmente en Francia), también escribe, pero su segunda novela, "Playing with grown-ups", es un bizcocho angsty que promete ser edulcorado hasta la náusea y no defrauda a nadie.

A lo que iba. Libros. Adoro los libros. La biblioteca de "La Bella y la Bestia" fue una de las imágenes más impactantes de mi infancia. Leo como respiro, de todo e indiscriminadamente. Luego existo.

Así que aquí se hablará de libros. De todo tipo. Y a veces también de otras cosas, como cine, cocina y pelotillas de los dedos de los pies (por poner algún ejemplo). Aunque en realidad, sé tanto sobre libros como la persona que sale de un laberinto sabe del laberinto. Pero como tengo mucho morro y porque yo lo valgo, éste va a ser, o se propone ser, o pretende ser, o quisiera ser un sitio donde se digan cosas que a otra gente le interesen lo suficiente para leerlas, y tal vez decir algo sobre esas cosas.

Así que pónganse cómodos y disfruten del viaje. Nuestras azafatas estarán encantadas de hacer su viaje más agradable. Espero que lo pasemos bien. "To die blog will be an awfully big adventure".