martes, 29 de julio de 2008

Capítulo XVIII: Are you listening, Mr. Bloom?

Ver "The Dark Knight" este fin de semana me ha hecho dar cuenta de dos cosas:

1 - Que Heath Ledger se haya muerto es una putada gorda.

2 - Todo Hollywood ha leído a Lemony Snicket.

Sobre el punto dos, devuelvan ustedes sus enarcadas cejas a su posición habitual, porque tengo razón. Lo supe cuando vi Kill Bill, y lo supe el sábado por la noche.

¿Kill Bill? Sí, damas y caballeros. Quentin Tarantino ha leído, por lo menos, el segundo volúmen de "Una serie de catastróficas desdichas", "The Reptile Room". Veámoslo:

* El grupo de asesinos a los que perteneció Uma Thurman se llama Deadly Viper Assassination Squad (DiVAS). En el susodicho libro, aparece una serpiente llamada the Incredibly Deadly Viper. ¿Casualidad? Yo creo que no.

* Hablando de serpientes. Las asesinas de Tarantino tienen todas nombres en clave de serpientes. Uma Thurman es "the Black Mamba" (y en "The Reptile Room", señores, se nos presenta una serpiente llamada "Mamba du Mal"), y un largo etcétera. ¿Hola? ¿Suenan campanas de alarma en otras cabezas además de la mía?

Éstas son sólo algunas de las muestras más evidentes. Por otro lado, aunque algo más difícil de señalar, el tono de opereta de hibridación posmoderna que es "Kill Bill" bebe del potaje de folletín que es "A Series of Unfortunate Events". Seriously. O las dos obras surgen del panorama contemporáneo. Claro, eso es más fácil decirlo, porque a la literatura infantil nadie la toma en serio. Msí. Vale.

Pero volvamos a "The Dark Knight". Me parece bastante obvio que Heath Ledger (q. e. p. d.) se fijó, y mucho, en el Conde Olaf para construir a su Joker (también es evidente que se fijó en el Jack Sparrow de Johnny Depp, pero eso es otra historia). El Conde Olaf, para quien no lo sepa, es el malvado villano de "Una serie de Catastróficas Desdichas", que es lo mismo que "A Series of Unfortunate Events", pero en castellano. Para que quede claro.

¿Te hago un truco?

Ambos personajes son trombas de maldad, con medios delirantes e improvisados para hacerse con objetivos concretos a largo plazo (uno quiere caotizar el mundo; el otro, hacerse con una inmensa fortuna), que nunca tratan de excusar su comportamiento ni sufren evolución alguna en su arco dramático. ¿De verdad? No, no del todo. En el decimotercer y último libro de la saga, el Conde Olaf adquiere relieve, pero claro, si el Joker apareciera en trece películas seguidas, ya veríamos lo pronto que se le acababa el cuento este de ser un personaje plano. Luego hay aquella pequeña alusión a unos dardos envenenados en uno de los libros anteriores, pero no me entretendré mucho con eso, porque si no, no me cuela la reflexión. Así que, ¡tengo una estupenda idea! ¡Cambiemos de tema!

¿No es Brett Helquist abracadabrante?

Lo único que se interpone en la aceptación universal de esta teoría es que cada personaje, mejor dicho, cada autor, aborda la maldad y la falta de evolución desde un punto de vista distinto. El Conde Olaf (que se toma muy en serio a sí mismo, aunque sus lectores sean incapaces de hacerlo) parte de la caricatura y el esperpento para construir un histrión, mientras que el Joker (que a pesar de vivir como si él mismo fuera una broma, consigue que todo el mundo enmudezca cuando abre la boca), a partir del histrión absoluto, el payaso, elabora un cuadro trágico.

Así que resulta que, en el fondo, todo depende de la perspectiva. Qué fuerte, ¿no?

viernes, 18 de julio de 2008

Ya que estamos en el baile, bailemos

Hoy tengo ganas de decir cosas sobre el cine. Dos, para ser exactas:

1 - Ahora mismo, nada me haría más ilusión que una adaptación cinematográfica de "Una lectora nada común" (Alan Bennett). ¿Alguien tiene el teléfono de Helen Mirren?


2 - No entiendo qué pintan Hilary "dos-veces-oscarizada" Swank y Gerard "THIS IS SPARTAAAA!!" Butler en "Postdata: Te quiero". ¿Se tratará de un brillante ejercicio de autoparodia? ¿El horrible acento irlandés del personaje de Gerard Butler, es un recurso humorístico? ¿El tráiler es engañoso y se trata, en realidad, de una comedia?


Filacterias:

del alemán, "Schadenfreude": La mayoría de diccionarios lo traducen por "alegría maliciosa". Significa, literalmente, "alegría de males", es decir, ponerse contento ante las desgracias ajenas. Lo contrario de "Weltschmerz", vamos.

¡Vivan las lenguas aglutinantes!

lunes, 14 de julio de 2008

Amor de papel (tres): Será que me van los huelebraguetas

Hoy estoy de mal humor. He dormido mal, mis piernas hacen llorar al niño Jesús, la soltería no me ha convertido en la diosa del sexo colgada del brazo de múltiples Adonis con una American Express reluciente de tanto utilizarla que me prometía la chick-lit (Sophie Kinsella, Marian Keyes, Helen Fielding, sois malas), y se me están pelando las rabadillas y parezco un accidente nuclear.

Así que, para subirme la moral, me dedicaré a la sana ocupación de fantasear. No será un Adonis, y la American Express la habrá visto sólo en esas réplicas de cartulina que vienen dentro de los billeteros, pero uno de mis primeros amores literarios fue Flanagan, el detective adolescente del extrarradio de Barcelona. Leí la primera novela, "No demanis llobarro fora de temporada" ("No pidas sardinas fuera de temporada") cuando tenía unos once años, y fue un flechazo instantáneo. Supe que si Joan Anguera, alias Johnny Flanagan, existiera de verdad, yo le buscaría y me casaría con él o, al menos, me convertiría en su femme fatale particular durante una buena temporada. Desdeñé (y todavía desdeño, ¿qué pasa?) a todas las novias que le salieron en la serie, convencida de que todas ellas eran aprendices de Lauren Bacall comparadas conmigo. Creo que éste será uno de esos flechazos que duran toda la vida.

Lo maravilloso de estas novelas es cómo los autores, Andreu Martín i Jaume Ribera, se valen de las convenciones del género negro (especialmente Andreu Martín, que debe de ser uno de los mejores escritores vivos de polard en lengua española) y las adaptan a la realidad rumbera, a veces absurda, y siempre peligrosa de la adolescencia. Con algunos momentos estelares que, no sé a vosotros, pero a mí me dieron mucha risa, porque a estos autores, ¡qué fantásticos ellos!, resulta que también se les da estupendamente esto de la comedia. Flanagan es un personaje muy querible, porque, aunque muchas veces logra emular con dignidad a sus referentes Sam Spade y Phillip Marlowe, por poner algun ejemplo, otras se ve superado por los acontecimientos, y llora y se pela las rodillas y las chicas le acaban dejando y a menudo los malos se le escapan porque la vida es una mierda.

Si habéis visto "Brick" (Rian Johnson, 2005), y también habéis leído la serie de Flanagan, creo que estaremos de acuerdo en que, salvando las distancias, Brendan Frye sería un avatar bastante acertado de Joan Anguera, aunque con menos sentido del humor (supongo que si a Flanagan le levantaran y se le cargaran a la novia, tampoco estaría para muchos chistes). Al menos, los dos son tipos, más que duros, algo encallecidos, a quienes les duelen los puñetazos y no son nada inmunes al despeine.

Lo que me aterra es que sé de buena tinta que hay en marcha un proyecto para adaptar a telefilm "Només Flanagan", una de las últimas entregas de la saga. Tiemblo.

martes, 8 de julio de 2008

Los valientes y el buen vino pronto se acaban, amigo

Tengo tantas ganas de ver esta película que me pica todo.





Filacterias

del alemán, Weltschmerz
En su primera definición, el Weltschmerz era una noción de pesimismo existencial que gustaba mucho a los autores románticos.
Hoy, la palabra se utiliza para describir el dolor psicológico que se siente al sensibilizarse con las desgracias del mundo.

Por si necesitábamos más motivos por creer en la poesía de la lengua germánica. ¿En qué otro idioma puede decirse "¡Me duele el mundo!" en una sola palabra?

jueves, 3 de julio de 2008

Capítulo XVII: Shakespeare! Anybody? No? Shakespeare!! Anybody? No?*

Hace unos días, mi buen amigo Bayarri, coautor de ese brillante debut en el noveno arte llamado "Zombiosis" (¡a la venta en las mejores librerías!)** me sugería hacer un post sobre William Shakespeare. El bardo inmortal. El inventor de lo humano. Uno de los autores más grandes de la literatura occidental.

Sí, claro, aquí vengo yo a decir algo sobre Chespir. Menuda bicoca. Lo mejor sería dejarlo con un

"SHAKESPEARE ES GRANDE. LEAN A SHAKESPEARE Y SERÁN FELICES E ILUSTRADOS"

y marcharme a hablar de, no sé, Barbara Cartland, o algo más asequible a mis cortas entendederas.

La cosa es que sólo los literatos hardcore (sí, Harold Bloom, te estoy mirando a ti), se atreven con
Shakespeare, y el mundo en general se queda con la impresión que es un autor complicado, sólo disfrutable por las mentes privilegiadas, y un tormento para los estudiantes de secundaria.

Corríjanme si me equivoco, pero Shakespeare, ¿no fue una persona con una inteligencia verbal sin parangón que escribía para las masas, es decir, para personas bastante más tontas que él? Siendo así, ¿no es lo más lógico pensar que una persona así sabría muy bien cómo ganarse a su público?

Leer a Shakespeare hoy cuesta, principalmente, porque hemos perdido la costumbre de hablar como un curtidor londinense del siglo diecisiete, mira, cosas que pasan, pero si uno se procura una edición con unas buenas anotaciones que nos expliquen que hace un par de siglos, el inglés tenía formas verbales para cada persona, y se decían bastantes más guarradas metafóricas que ahora, el lector medio podrá disfrutar de unos sonetos y unas obras de teatro extraordinariamente asequibles y poderosos. ¿Que sigue sin pareceros lo más maravilloso desde el pan de molde? Por supuesto. Recuerden, amigos, que el teatro de Shakespeare se escribió para ser visto y oído, no leído. Así que la culpa de que la gente no pueda disfrutar de Shakespeare en su justa medida se debe, básicamente a dos colectivos nefastos: los productores teatrales y los profesores de literatura.

Hace algunos años leí una novela muy interesante de Anthony Horowitz titulada "El asesinato de Shakespeare" ("William S.", 1999). Horowitz es un autor bastante decente, y ésta es una de sus novelas más logradas. Plantea qué ocurriría si Shakespeare hubiera nacido en el siglo XX. Evidentemente, se hubiera convertido en un famoso guionista de Hollywood, y hubiera vendido sus principios por una mansión en Sunset Strip. Divorciado de Anne, que lucha por pagar la hipoteca de su casa histórica de Stratford-upon-Avon, con hijos llamados Dashiell y Hammett, y pegándose la gran vidorra de depravación hasta que alguien va y le clava un objecto punzante en el ojo. Narrada por su mejor amigo de la infancia, ahora un perdedor que no tiene nada mejor que hacer que ir a enfrentarse con sus fantasmas a Los Ángeles, la historia empieza tal que así:

" La noche en que murió William, salí y me emborraché. Lo había visto en la televisión, la última noticia del telediario de las nueve. El Partido Conservador se estaba hundiendo, la larga sequía terminaba por fín, se habían desenterrado dinosaurios en China, y William Shakespeare había muerto."



* Si alguien capta esta referencia tendrá una enorme tarta virtual. De dos pisos. O sólo la mitad, para que pueda comer el doble.

** Bayarri, Llassans, ¿cuándo dijisteis que podía pasar a recoger el cheque?