miércoles, 18 de junio de 2008

Capítulo XVI: Las mallas, ya las tengo

La gente ve una competición de gimnasia rítmica por televisión y lo único que piensa es "Pobres niñas, todas anoréxicas y no les dan de comer, qué difícil tiene que ser hacer un triple salto mortal y aterrizar sobre una pierna mientras haces girar seis aros...".

La gente ve a Ferran Adriá y piensa "Vaya mariconada, a ver si vamos a tener que estar comprando sopletes de hidrógeno para hacer espuma de escupitajo para épatar a nuestras familias...".

La gente ve las actuaciones de Ray Charles y piensa "Qué tío, cómo toca el piano de bien, y ciego y todo, qué barbaridad...".

En cambio, la gente acaba de leer un libro, un libro cualquiera, y lo que piensa es "Pero qué fácil es esto de escribir, cualquiera puede hacerlo".

En momentos como éste, quisiera que dios me prestara ese sistema tan bonito de megafonía que tiene para hacer que su voz se oiga por todo el mundo o sólo en la cabeza de una persona, si es necesario, para decir, así con una voz solemne y profunda: "¡NO! ¡NO ES FÁCIL, PEDAZO DE BERZOTAS!".

Pero como el único micrófono que he tenido en las manos en los últimos diez años era uno de esos juguetes de Sony para deformar la voz, me tengo que conformar con gritarlo mentalmente.

Aunque no por eso me fastidia menos.

Me pone furiosa la gente que no sólo cree que escribir un libro es pan comido, sino que decide ponerlo en práctica, seguros de que podrán dejar al mundo boquiabierto con su genialidad sin parangón. No tan furiosa como los que explotan niños, creen que la guerra es un mal necesario o se cuelan en las colas, però déu n'hi dó.

Pero cuando la literatura mediocre, la adjetivación inane, la narración insustancial empiezan a abrirse camino por el voluble ladrillo editorial, el mundo necesita a alguien que restablezca la paz y el orden:

LECTOR, EL PROFESIONAL

A grandes rasgos, un lector lee todo lo que le echa la editorial para la que trabaja, y escribe informes en los que se basará la decisión de publicarlos o no. Es un trabajo importantísimo, casi como el de neurocirujano, o el de rey del mundo. Si el mundo ya está saturado de mala literatura, imaginaros el panorama sin estos héroes anónimos.

Porque son héroes. Hay que estar hecho de algo más que carne para aguantar casi setecientas páginas de un novelón histórico con poca sustancia y menos ritmo, o para cruzar diagonalmente páginas y páginas de un largo coito que demuestran que un hombre siempre se delata cuando escribe sobre mujeres. Hay que tener los nervios de acero para emitir juicios objetivos sobre lo que se lee, aunque uno piense que aquello es el equivalente narrativo de una caca de perro en medio de una carretera sin asfaltar en una noche de lluvia ácida. Y hay que tenerlos aún más templados para admitir que algo es bueno, y resistir los lloriqueos tipo "¿Escribe mejor que yoooo?".

Por ello, considero necesario levantar la voz de alarma. Disuadir a cualquier amateur de ponerse a escribir "La novela del siglo" o, sencillamente, "La novela de su vida", a menos que tenga pruebas certificadas de que es bueno, o de que puede llegar a serlo.

ME DA IGUAL que ganaras los Juegos Florales de tu colegio en tercero de la E.S.O. ME DA IGUAL que tu madre te diga que escribes muy bien. ME DA IGUAL que te publicaran una carta al director en "El País" (después de pasarte semanas bombardeando a todos los rotativos de tirada nacional). ME DA IGUAL que creas que escribir un libro es más importante que plantar un árbol o tener un hijo, o, que, de las tres, es la única que te dará dinero.

Escribe sólo porque no lo puedes evitar, porque te pican las manos si no escribes. Escribe porque ya lo has leído todo, y no ha sido suficiente, y estás convencido de que puedes hacerlo mejor, o, al menos, acercarte mucho. Escribe porque tienes algo que contar, y porque sabes cómo contarlo. Escribe para los demás, o si no, cómprate un diario y espera que tus hijos se apiaden de ti y lo publiquen a tu muerte. Ah, no, que ya hemos quedado en que no tendrás hijos, porque estarás demasiado ocupado escribiendo un libro mediocre que irá a engrosar las pilas de libros mediocres que alimentan las estanterías de contrachapado de hogares de todo el mundo. Si, sin embargo, estás decidido a hacerlo, asegúrate de insultar a alguna religión, o a alguna minoría, o meter zoofilia por algún sitio. Así podrás tener la satisfacción de, a pesar de haber escrito un libro al que nadie miraría dos veces a la cara, ser prohibido en alguna escuela cazadebrujas americana, o que tus palabras sirvan como lumbre a la hoguera de algún fascista.

Uno de los consejos más brillantes que he oído jamás a un escritor: "Lee mucho, y MÁS ELFO".

Y, sobre todo, si no podéis evitarlo, respetad a los árboles y escribir sobre papel reciclado, o en el reverso de los extractos bancarios.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

(Psst, querida, primer párrafo después de "Lector, el profesional", segunda línea, has puesto "basatá" en vez de "basará")

Tu artículo me ha llevado a reflexions profundas. Tan profundas han sido que me han proporcionado fecundas conclusiones, y tan fecundas son, que sería harto largo y tedioso exponerlas aquí. Así que ya te las diré en persona cuando el momento llegue.

Or vuá.

M dijo...

Gracias, darling. Espero que esas reflexiones sean positivas, llenas de flores y sonrientes conejitos recién nacidos.

Anónimo dijo...

Esto me planteo yo muchas veces, si realmente valgo para lo mío o estoy aquí robándole el sitio a alguien verdaderamente competente; si puedo llegar más lejos (dignamente) o en realidad no estoy lo suficientemente capacitado.


Sobre usted no hay duda que escribe fantásticamente así que no se prive de escribir alguna cosa un día de estos. Los lectores de las editoriales lo agradecerán.

Ricardo dijo...

Ya lo dijo Wilhelm Busch:

"Gedanken sind nicht stets parat,
Man schreibt auch, wenn man keine hat."

O también:
"Oft ist das Denken schwer, indes,
Das Schreiben geht auch ohne des."