martes, 22 de abril de 2008

Capítulo VII: Te voy a preparar todas las tostadas del mundo para que nunca dejes de quererme


A la grupi gritona que llevo dentro se le aflojaron las rodillas con la maravillosa dedicatoria que me hizo en mi ejemplar de "El circo del desaliento". Si es que sólo le había dicho "Buenas tardes", y ya éramos como amigos de toda la vida. Así de carismática soy yo, y así de majo es él. David Rubín, cásate conmigo, cómo te admiro.

Lo cierto es que el trazo y la narrativa de David Rubín este autor gallego (qué difícil es sacudirse de encima los preceptos de clase de redacción) son innegablemente poderosos. Uno dirá: "Oh, es que abusa del dramatismo en la línea y en las historias", y Uno tendrá razón, hasta cierto punto. Pero hay formas y formas de abusar de los recursos artísticos. Uno, que es un poco pesado, podría decir que Mark Rothko "abusaba" del rojo, o que Luis de Góngora "abusaba" de los adjetivos, o que Orson Welles "abusaba" del chuletón, pero a Nadie (otro de mis fantásticos amigos recurrentes) se le ocurriría decir que ese abuso es en estos casos, malo de ningún modo (quién sabe dónde hubiera acabado Orson Welles sin sus chuletones). Pues es lo mismo. Todo este dramatismo sirve para que "A donde nadie puede llegar", la historia que abre "El circo del desaliento", sea una de las narraciones más desgarradoras que he leído en mucho tiempo. De buen rollo, pero este cómic tendría que venir con una advertencia como las de los paquetes de tabaco. "Atención: Este tebeo contiene tanto drama que puede causar tristeza total". Pero, ¿y lo bien que sientan a veces estas historias? Mucho más elevado, intelectual y espiritualmente hablando, que el culebrón de las cinco.

En dos palabras: "Funambulista gráfico".

1 comentario:

J.Stemple dijo...

En 3º, Ruben Olla era Nadie y Christoph era Alguien! XD