domingo, 27 de abril de 2008

Capítulo VIII: Sempere junior

De 667 páginas (y sospecho que la última página fue añadida por cuestiones supersticiosas, aunque qué curioso que sea el mismo número del edificio de Jerome y Esmé Squalor), me quedo con estas dos palabras.

Sí, ya he experimentado la sensación literaria de la temporada. "El juego del ángel", la segunda novela de Carlos Ruiz Zafón después del año cero que supuso "La sombra del viento" ya ha sido ávidamente adquirida y devorada por una servidora de ustedes. Cuando cayó en mis manos, estaba dispuesta a hacerle la ola, pero una vez pasada la última página, perdonen que no me levante.

Que nadie me malinterprete, no tengo intención alguna de machacar al autor, porque lo que siento por Carlos Ruiz Zafón es reverencia y veneración. Tengo la Trilogía de la Niebla desde antes de que fuera la Trilogía de la Niebla, en ediciones de tapa blanda manoseadas y llenas de apuntes, cuando en la contraportada salía una foto horrorosa del autor (lo siento, Carlos, pero es verdad) y decía que vivía en Los Ángeles porque no querían venderle la catedral de Chartres, y mi prosa, para bien o para mal, está irremediablemente influenciada por la suya. Por eso quiero escribir este post de fan despechada. Por eso y porque después de desembolsar los veintitrés euros que cuesta el tomo, y hacer dos horas de cola para que el señor Zafón me estampara su rúbrica y nada más, porque los malvados oficiosos miembros de la editorial estaban preocupados por las dimensiones gargantúicas de la cola, que parecía la serpiente del móvil, me pican los dedos, qué queréis que os diga.

Antes de que se me olvide: Si lee esto una de esas personas a quienes les explotan los globos oculares sólo con que les revelen el cuerpo de la tipografía, mejor si se van a dar una vuelta por ahí y vuelven cuando se hayan leído el libro. No voy a hacer spoilers de nada, pero tampoco quisiera dejar ciego a nadie.

Pero el caso es que, terminada la primera lectura (voraz, y, por lo tanto excesivamente rápida; preguntadme de nuevo cuando lo haya leído por segunda vez), no puedo evitar sentirme decepcionada. Me gusta la idea de convertir estas novelas en una trilogía sobre Barcelona, pero la intención queda un poco deslucida cuando este propósito se vuelve demasiado transparente. Me explico: Las novelas de Carlos Ruiz Zafón ("El príncipe de la niebla", "Las Luces de Septiembre", "El palacio de la medianoche", "Marina", "La sombra del viento" y "El juego del ángel"), apiladas las unas sobre las otras, son como cinco dibujos hechos sobre papel cebolla, cuyos trazos traslucen los unos sobre los otros.

En el caso de los tres primeros, la llamada "Trilogía de la Niebla" por avispadas mentes editoriales, esto se da de una forma muy sutil; hay una concordancia de temas y de texturas, y unos anclajes narrativos comunes. Cojea un poco "El palacio de la medianoche", de la cual el mismo CRZ admite que es su novela más floja (estoy de acuerdo; el rollo fraternal no logra sustituir ni eclipsar la necesidad de una historia de amor). La semilla fantástica del monstruo, muy especialmente, de la sombra, está presente en las tres, y se desarrolla de una forma muy elegante. Son novelas para "jóvenes", pero sin embargo, o tal vez precisamente por eso (cuando uno no está constreñido por el juicio de los iguales) tenían unos momentos de intensidad narrativa extraordinarios (lloré por primera vez con el final de "El príncipe..." cuando tenía once años, y aún hoy se me hace un nudo en la garganta cuando releo). Para mí, "Las luces de septiembre" no fue una lectura; fue un obsesión.

"Marina" es un poco más de lo mismo, pero ya llegamos a casa. La ambientación, la Barcelona de principios de siglo, los ecos estructurales (el autor recurre con frecuencia a la historia de amor pasada vs. historia de amor actual), el pardillismo del protagonista... "Marina" también atiza con certeza en la sensibilidad de los lectores. Preguntádselo a Guillem Bayarri, que, dice, se echó a llorar en el tren cuando terminó de leerla. Me parece necesario puntualizar que CRZ tiene una habilidad bastante uncanny para hurgar en el corazoncito de sus lectores y echar sal en las heridas sin la menor misericordia.

Pero vamos a lo que vamos. "El juego del Ángel". Los paralelismos con "La sombra del viento" saltan a la vista: La librería Sempere tiene un lugar prominente en la historia, Fermín Romero de Torres se convierte en una pizpireta y deslenguada jovencita llamada Isabella, se repiten frases que resonaron míticamente en su predecesora ("Lo que verás hoy no puedes contárselo a nadie...")...

Y yo me pregunto: ¿Y qué pasa con los paralelismos no tan justificados? El nombre de Andreas Corelli, por ejemplo. Si sois lectores tan obsesivos atentos de los libros de Zafón como yo, este nombre os sonará de "Las luces de septiembre", donde el personaje homónimo tenía un papel muy parecido al que ostenta en "El juego del ángel", pero, por ello, completamente distinto. Me molesta esta coincidencia deliberada, poque tanto podría ser un guiño a los lectores que se estremecieron con el cuento de Lazarus Jann en "Las luces...", como un descarado reciclaje onomástico. Y a mí, y perdonad que lo diga, eso me parece hacerle un feo al lector, que no sabe si sentirse reconocido en su sagacidad o estafado.

La historia de "El juego del ángel" contiene los elementos zafonianos clásicos, y la diferencia principal con "La sombra del viento" es que los personajes acaban, indefectiblemente, más jodidos. Esta historia no tiene final feliz. De hecho, ni siquiera tiene final, pues cuando termina, arranca "La sombra del viento", que sí tiene un punto final mucho más positivo. Y eso incluso me gusta. Lo que me provoca urticaria son los cabos sueltos, que hay unos cuantos, y me parecen una falta de higiene narrativa. Expondré unos cuántos, por si alguien tuviera a bien explicármelos. ATENCIÓN, AQUÍ SÍ HAY POSIBLES SPOILERS. DEJAD TODA INOCENCIA, LOS QUE SEGUÍS LEYENDO:

  • Cuando David Martín tiene su iniciación sexual en el burdel con su creación literaria Chloé Permanyer, ¿a qué viene el momentum? ¿Por qué nunca se explica?
  • Víctor Grandes hace una observación a propósito del broche del ángel de Andreas Corelli; ¿revela esa afirmación que todo son imaginaciones de David y que Corelli es su alter ego?
  • ¿Por qué la relación entre Cristina y David está desarrollada con tantas lagunas?
  • ¿El final es literal, o tiene algún sentido místico-metafórico que se me escapa?
  • ¿Cómo es posible que, en más de diez años viviendo en la misma casa, David nunca se dé cuenta de que hay una habitación secreta? ¿Cómo entra y sale Marlasca sin que nadie le vea?
YA PODÉIS VOLVER A LEER

Éstas son sólo unas pocas, pero, como digo, muchas de ellas tendrán explicaciones que se me habrán pasado por alto en una primera lectura demasiado voraz. Retomaré el hilo cuando haya releído con más calma.

Que nadie se quede con que ésta es una mala novela, sino todo lo contrario. La prosa de Zafón es excelente, pues complace tanto a los lectores de a pie como a quienes tengan (o presuman de) ciertas aspiraciones intelectuales. La historia es terrorífica (yo es que soy muy impresionable), y es una muestra evidente de la pluma de CRZ (probad a decirlo en voz alta). Lean, juzguen, y vengan a quí a compartir sus descubrimientos.

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