miércoles, 30 de abril de 2008

Capítulo IX: Buenas noches, muñequita.





Desde que el lunes "Las mañanas de Cuatro" y demás programas de actualidad se llenaron con el folletín aterrador de la familia Fritzl en Amstetten, Austria, este libro me ronda por la cabeza. Lo leí cuando tenía once o doce años, y me afectó un montón. Ya he dicho en alguna otra ocasión que soy profundamente impresionable, pero es que la novela de Heidi Hassenmüller me dejó con un nudo en el estómago, que es la forma elegante de decir que me dan náuseas cada vez que la recuerdo.

Y no porque sea mala. "Buenas noches, muñequita" ("Gute Nacht, Zuckerpüppchen" en alemán, que me parece un título aún más perverso) es una historia basada en la vida de la autora, ambientada en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando la pequeña Gaby se ve impotente cuando el nuevo marido de su madre empieza a abusar sexualmente de ella cuando tiene seis años. Seguimos a Gaby durante toda su infancia y adolescencia, amenazada por el monstruo, episodio a episodio, a cada cuál más terrorífico. Al leerlo, me parecía todo tan real y tan horroroso que la lectura llegó a hacérseme insoportable. Pero no podía dejar de leer. Sentía que se lo debía a Gaby.

¿Lo más brutal? Se supone que es una novela para adolescentes. La recomiendo encarecidamente, pero si vais a dejársela leer a una persona pequeña, aseguraos de que tenga un adulto cerca que pueda guiarle a través de la lectura, porque puede ser una experiencia muy sobrecogedora para un niño.

No descubrí hasta algún tiempo después que "Buenas noches, muñequita", era un relato autobiográfico. Hay hasta una continuación, en la que la autora narra su vida después de los largos años de maltrato. Saber que todo aquello había ocurrido en realidad me resultó aún más pavoroso, pero, al mismo tiempo, encontré cierta esperanza en ella. Si la autora había podido escribir esa novela extraordinaria sobre lo que le había ocurrido, pensé, significa que la gente no se rompe tan fácilmente.

Y espero que, algún día, sea Elisabeth Fritzl la que pueda contar su historia, y no algún desaprensivo que quiera fabricar un best-seller con el horror ajeno.

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