jueves, 10 de abril de 2008

Capítulo II: Bridget Jones no reza, y la Chick-Lit lo cura todo


Hoy he hecho el ridículo delante del objeto de mi deseo (aunque, como diría mi tía abuela Yetta, más vale hacer el ridículo que no hacer nada), así que para darle un bálsamo de consuelo a mi maltrecho y absurdo corazón, me he sumergido en las páginas de "Remedy", la primera novela de Anne Marsella. No hay nada más relajante que sumergirse en una de estas novelas hechas por y para mujeres, que son como un baño de espuma para el alma, o un masaje en los pies... para los pies. Y cuando se trata de un libro como éste, con una ironía tan fina como el agua de Vichy, uno no puede más que recomendarlo a todo el mundo. Pero como todo el mundo no suele hacerme caso, puntualizaré que me parece que se trata de un libro que las damas disfrutarán más.

"Remedy" es la historia de ídem, una joven americana que vive en París, como redactora-último mono de una revista de moda, en busca de su hombre ideal, después de que su último amante, un trapecista, la abandonara para irse de gira. No es una historia de argumento. Sabemos en qué brazos acabará Remedy desde la portada. Lo que resulta inusual y tremendamente encantador es tener una protagonista/narradora en primera persona como ésta, un personaje que suda joie de vivre y la contagia al lector, y es católica y no se pierde la misa de doce. Cada capítulo de la novela está dedicada a un santo distinto, pero de una forma tan rabiosamente posmoderna y, sobre todo, tierna y extremadamente antisecular que uno no puede sino sonreírse cuando Remedy instala en su casa una pica que ha encontrado por la calle para utilizarla de pila bautismal en la que acogerá en la fe a su gato Jubilee y casará a unos compañeros de trabajo homosexuales.

Sólo me queda decir: "Remedy" MOLA. Y to también quiero mi "Man-o-the-moon"...



No hay comentarios: